Es normal tener un concepto negativo del fracaso. Muchas personas rechazan esta posibilidad a tal punto que, por miedo a equivocarse, dejan de intentar cosas que les gustaría hacer. Digamos, empezar un negocio, seguir una maestría, buscar una reconciliación con algún ser querido, en fin. “No nos gusta sentirnos como fracasados, pero la verdad es que hasta las personas más exitosas han fracasado en algún momento”, sostiene la psicóloga Lucy Ibáñez.
La visión positiva del fracaso debe inculcarse en el ámbito familiar. Si bien los padres hacen lo posible para que sus hijos no se equivoquen, también deben dejarles en claro que, cuando no concreten sus deseos, deben descubrir qué lecciones pueden sacar para mejorar. “Aprendemos más equivocándonos que evitando fracasar a toda costa”, apunta Ibáñez.
Esto no significa que tomar precauciones sea inútil. Lo ideal es buscar el equilibro. ¿Cómo? Siendo realista. Es decir, esforzarse y prepararse para reducir el riesgo de fallar, pero sin perder de vista que las cosas pueden salir mal. Y si esto último ocurre, hay que levantarse, aprender y seguir adelante.
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