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Opinión

En 1917, durante su segundo período presidencial entre 1911 y 1915, el presidente de Uruguay, Battle y Ordóñez, estableció una agenda liberal con una serie de derechos laborales de avanzada para la época.

Ariel Segal,Opina.21
arielsegal@hotmail.com

En 1917, durante su segundo período presidencial entre 1911 y 1915, el presidente de Uruguay, Battle y Ordóñez, estableció una agenda liberal con una serie de derechos laborales de avanzada para la época como el descanso obligatorio de un día cada siete, con jornadas máximas de 8 horas, y la prohibición de trabajo a menores de 13 años, entre otras, y, además, leyes como la del divorcio –incluso a petición solo por voluntad de la mujer– y la absoluta secularización de actos públicos, lo cual condujo a que los gobiernos subsiguientes, en su mayoría del Partido Colorado, continuaran, hasta la larga dictadura (1973-1978), haciendo de ese pequeño y poco poblado país, el más liberal de todo el continente latinoamericano.

El “Batllismo” (como ideología) que también otorgó el voto femenino en 1927, avanzó sin grandes resistencias de partidos políticos de oposición y de instituciones sociales uruguayas. El hoy pragmático ex guerrillero presidente, José Mujica, –quién sabe distinguir muy bien la política de mercado abierto que le conviene a su nación de gestos simbólicos de sus tiempos pasados que coloca en el estante personal en donde guarda su nostalgia castrista-comunista– ha podido hacer aprobar por el parlamento leyes como: la autorización del aborto (solo durante las 12 primeras semanas de gestación), para evitar que mujeres recurran a clínicas clandestinas sin mínimas condiciones higiénicas; la aprobación del matrimonio civil de parejas homosexuales, y más recientemente, la legalización del consumo de marihuana con control del estado (un máximo de venta de 40 gramos por adulto, en un mes), pues el Gobierno estima que eso evitará que miles de sus consumidores acudan a vendedores de drogas más pesadas y por ende, se podría combatir más fácil al narcotráfico.

Más allá de lo polémico de estas decisiones, Uruguay ha sido el país más liberal de América Latina desde comienzos del siglo XX.


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