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Opinión

Un oscuro programa de gestores que tuvo que ser rápidamente desarmado, desordenadas sesiones descentralizadas que no levantaron interés ni siquiera en las poblaciones visitadas y, ahora, un aumento encubierto del salario que, al ser destapado, se han visto forzados a cancelarlo.

Fritz Du Bois, La opinión del director
Un oscuro programa de gestores que tuvo que ser rápidamente desarmado, desordenadas sesiones descentralizadas que no levantaron interés ni siquiera en las poblaciones visitadas y, ahora, un aumento encubierto del salario que, al ser destapado, se han visto forzados a cancelarlo. Los continuos tropiezos son un reflejo de que este Parlamento está totalmente desorientado. Esto último ocurre cuando no se tiene una agenda clara de trabajo. La falta de horizonte en todas las bancadas lleva a que los congresistas sean, crecientemente, dependientes de la coyuntura para su aparición o comentario diario, por lo que no es sorpresa que su visión sea cada día de más corto plazo.

Por otro lado, si bien parece razonable que en el oficialismo se recuesten en el Ejecutivo para presentar iniciativas, no debería de ser ese el caso de la oposición quienes, sin embargo, parecen contagiados del letargo. Al final, luego de 18 meses de mandato, uno busca evidencias de propuestas para mejorar nuestra competitividad como país o para modernizar nuestra sociedad, o siquiera sugerencias para tratar de hacer más eficiente al Estado, y lo único que encontramos son innumerables legisladores con los ojos en blanco. Peor aún, cuando se habla de reformas, lo único que se les ocurre mencionar es crear un Senado o eliminar el voto preferencial, como si fuera un paso fundamental para los peruanos el asegurarles trabajo a los líderes partidarios.

Es en esas circunstancias de un Legislativo desorientado que algunos políticos y medios –que estarían siendo gradualmente marginados del Gobierno– salen a especular sobre el cierre del Congreso. Con lo cual están tratando de poner el tema en el tapete con la esperanza de que el mandatario pique el anzuelo y, pensando que está capitalizando políticamente con la impopularidad del Parlamento, a lo Fujimori, decida disolverlo. Así, terminaríamos eventualmente en una asamblea constituyente donde intentarían desempolvar el trasnochado manifiesto de la Gran Transformación, actualmente desechado.

En todo caso, el solo hecho de que se esté especulando con el absurdo cierre del Congreso, en un país creciendo al 7%, y con un Legislativo que no ha puesto ni una sola traba a la marcha del Gobierno, confirma el riesgo que significa el que esté a la deriva el Parlamento. Por ello, sería bueno que en los meses de verano, que son un tanto relajados, los congresistas, especialmente de la oposición, reflexionen sobre la importancia de contar con una agenda concreta de reformas de largo plazo para eliminar los cuellos de botella –laboral, infraestructura, educación– que amenazan con frenar el actual impulso que hemos logrado los peruanos.

Al final, sería la manera adecuada para que en el primer poder del Estado se mantengan ocupados, encuentren el norte que han extraviado y contribuyan al bienestar del ciudadano, recuperando, de paso, credibilidad entre el electorado.


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