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"Un beso es amor, es paz y es rebeldía"

Es 14 de febrero, Día del Amor. Un día para ponerse cursi, quizás, pero también una fecha para hacer que un gesto de cariño se transforme en eterno. Vaya a las 6 p.m. al Parque del Amor e Ignacio Lehmann le enseñará cómo.

Foto: Mario Zapata.
Foto: Mario Zapata.

Ignacio Lehmann,Fotógrafo argentino
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com

“Recorrer el Perú ha sido fascinante. Estuve registrando besos en Lima, Trujillo, Cusco e Iquitos. El Perú es muy grande y cambia abruptamente de paisaje, de gente, de costumbres y hasta de la forma de vivir el tiempo. Conocer la selva ha sido cumplir un sueño de niño. El contacto que tuve allí con la tierra fue hermoso. Pude registrar besos de los nativos con sus hijos, estudié su historia y su cultura”, nos dice Ignacio Lehmann, ‘El cazador de besos’, fotógrafo argentino que, mediante su proyecto 100 World Kisses, recorre el mundo haciendo realidad aquella ansiada meta de todo amante: que su beso quede congelado y se convierta en imperecedero, en infinito. Hoy, a partir de las 6 p.m., estará en el Parque del Amor (Miraflores) fotografiando a las personas que se atrevan a ser sus cómplices. No solo se admiten parejas (heterosexuales y homosexuales), los padres e hijos también son bienvenidos.

¿Fotógrafo o viajero?
Un soñador… un soñador que viaja, hace fotos y escribe historias. Hace dos años recorro el mundo; Perú es mi destino número 11. Mi proyecto nació en Nueva York. Allí fotografié mis primeros cien besos.

¿Eres un romántico?
Me estoy convirtiendo en uno (ríe). Quiero retratar el amor que hay en el mundo. Veo besos por todos lados y es un radar difícil de apagar. Todo comenzó como un juego, pero hoy, por repercusión, estoy en otra dimensión: la CNN, la RAI, El País, Vogue, ABC News, etcétera, se han interesado en mi trabajo. Y esta repercusión se da por contraste: los seres humanos estamos falsamente conectados –la sangre y la piel no se sienten– y vivimos una situación caótica –desorden, violencia–.

¿Besarse puede resultar un acto de rebeldía?
Besarse es un símbolo del amor y, como tal, puede transformarse en un acto de rebeldía. Y también es una manifestación de afecto universal: todas las religiones, todos los estratos sociales y económicos, todas las culturas, se besan. Un beso nos representa como humanidad y es un símbolo de paz.

Registrar un beso también puede ser un acto político: por ejemplo, el de una pareja homosexual…
He registrado muchísimos besos entre homosexuales. Cada cultura toma esto de forma distinta: Ámsterdam y Lima no son iguales. Sé que el Perú es conservador: la gente es besucona, pero los besos entre personas del mismo género aún resultan extraños; hay mucho pudor, al país le falta tener una mayor apertura social y legislativa.

¿Cómo evitas ser cursi?
Lo cursi puede ser un instante, pero, al final, no queda nada en mi trabajo. Después de todo, son historias de gente diversa que hace lo mismo, besarse, pero que, al hacerlo, lo disfruta.

¿Y qué hace de tu trabajo un hecho artístico?
El hecho artístico aparece cuando una imagen transforma al espectador, cuando este a partir de una de mis fotografías dispara ideas, sensaciones, acciones. Estamos tan rodeados de “no” –no hacemos lo que nos gusta, no vamos a donde queremos, no somos felices, no tenemos dinero, no somos valientes– que mi historia, la de un chico común y corriente que un día decidió hacer lo que le gustaba y recorrer el mundo con su cámara, le resulta a muchos inspiradora: dime, ¿acaso eso no es un hecho artístico? Registrar un beso resulta la realización de un sueño.

¿Cómo evitas repetirte?
No me resulta complicado porque todo lo vivo, todo lo hago, con pasión. Este no es un solo un proyecto artístico, es un proyecto de vida. Y, repetirse tampoco es un drama, es más, en este momento esa incertidumbre me da aire, oxígeno.

Imagino que tu primera tarea es ganarte la complicidad de los retratados…
Mi misión es fotografiar cien besos, y no hago muchos planes: ando sin mapa por las ciudades; me muevo por las calles solo, sin modelos, sin producción, solo con mi cámara. A veces la gente está predispuesta a dejarse fotografiar y a contarme su historia, pero no siempre esto sucede.

¿Recuerdas una historia que te haya marcado?
Uno de los besos más emblemáticos que registré fue el número cien de mi travesía japonesa: fue a dos esposos, de 84 y 76 años, sobrevivientes de la bomba atómica de Hiroshima, la que mató a más de 200 mil personas. Ellos me contaron su historia de una manera tan natural, tan sincera, tan esperanzadora, que quedé impresionado. Este fue un momento clave en mi proyecto: entendí su tremendo peso comunicativo; estoy dejando un legado, una enseñanza de personas reales y comunes que cuentan los hechos trascendentales de su vida… y todo a partir de un beso. Antes me decía: “¿Qué hago recorriendo el mundo, como un loco, recogiendo besos?”, pero entonces entendí el sentido de mi trabajo, sus razones, su mensaje; sí, soy un artista con una tarea muy noble (ríe).

¿100 World Kisses tiene fecha de caducidad?
He recorrido muchos lugares, pero son más los que me quedan por recorrer. Quizás el ritmo del proyecto cambie, pero sé que irá conmigo toda mi vida.

AUTOFICHA

- Nací en Buenos Aires, hace 30 años. Hace dos años recorro el mundo recogiendo en una imagen los besos que se da la gente. Me dicen “El cazador de besos”.

- Viajo solo, sí, y extraño a mi familia, pero estoy embarcado en una misión, y tengo que hacerla: retratar el amor que hay en el mundo.

- Soy parte de mi proyecto: en una imagen beso a una chica japonesa. Nos conocimos tomando una cerveza. Ese día estaba bajoneado y el beso me reanimó.


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