Mi madre Dorita vino a pasar unos días con nosotros. Tras su última visita, pensé que no la vería en dos o tres meses, pero me sorprendió, anunciándome de pronto un viernes que al día siguiente llegaría con sus amigas Teresa y Antonia, amigas de toda la vida, del colegio Villa María, de correr olas en La Herradura, del Opus Dei.