Hace unos meses, tuve la oportunidad de asistir invitado al World Economic Forum en Davos, Suiza, para dar un par de conferencias acerca de cómo una actividad económica como la cocina podía convertirse en una actividad de efectos muy positivos en diferentes campos. Di mis conferencias y en 24 horas estaba de retorno a Lima, solo que esta vez la sensación del deber cumplido –que normalmente siento en los viajes relámpago en los que represento al Perú– me había abandonado.