La familia de Francesco de Sanctis es norteña, piurana, sullanense. Es decir, tiene la buena sazón en la sangre. Sumergido desde pequeño en el mundo de las ollas, hoy, con menos de 25 años, ha convertido a Sibaris, su muy simpático restaurante barranquino, en paso obligado para quien desea conocer qué pasa en la cocina peruana posterior a Gastón Acurio o Virgilio Martínez.