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La vida en una maleta

A fines del 90, descorazonado por la derrota de Vargas Llosa, me fui del Perú. Era la primera vez que me alejaba de mi país resuelto a no volver en buen tiempo, digamos los cinco años que durase el gobierno de Fujimori, que entonces casi nadie sospechaba que duraría diez. Antes de irme, vendí mi departamento de Miraflores por veinte mil dólares, liquidé mis cosas, metí todo en dos maletas y me mudé a Madrid con la intención de ser un escritor a tiempo completo y terminar la novela que venía maliciando años atrás. Tenía veinticinco años, el Perú me parecía un país de locos suicidas, no quería ser parte de ese hundimiento y terminé, enero del 91, en Madrid. Mi amigo y yo alquilábamos medio departamento (un cuarto y un baño) en el piso de dos hermanos peruanos. En seis meses escribí bastante, gasté casi todos mis ahorros, me negué a trabajar (porque escribir ficciones en un cuaderno no equivalía a trabajar) y poco faltaba para que expirase mi visa de turista cuando los Delgado, que acababan de fundar el canal Sur en Miami, me propusieron que hiciera un programa en esa ciudad. Me despedí de mi amigo (que se había hecho español), nunca más volvimos a vernos, volé a Miami, alquilé un departamento en Key Biscayne por mil dólares al mes a una venezolana, me compré un Honda básico y volví al circo de la televisión con la novela inconclusa.