Beto Ortiz,Pandemonio “Ustedes respiran igual” –me susurra sorprendido Martín, mi productor que, en esta noche de Buenos Aires, ha vuelto a ser otra vez el mejor camarógrafo del oeste y, mientras finge probar el audio, está auscultando nuestro ritmo cardíaco como si los headphones fueran su estetoscopio. Razón no le falta: parecemos los hijos de Darth Vader: Lanata y yo resollamos a coro como asmáticos en crisis. Podría apostar que ambos roncamos. En alguna parte he leído que, para evitar morirse en sueños, él duerme con la máscara que usaba Tom Cruise en Top Gun y yo que, por las noches, aprieto los dientes y lucho contra el mal, nunca me voy a la cama sin mi férula acrílica de boxeador de peso completo, soñando con lo que mañana habré de preguntar. La angustia de preguntar. Preguntar es, en el fondo, una especie de deporte dandy. Nunca escribo preguntas y esta noche no es la excepción, pero no sé por qué me han invadido unas agujitas de hielo en la nuca, unos nervios bobos de practicante. No sé qué carajo le voy a preguntar. Lo único que sé es que ya estoy adentro, cómodamente instalado en su soberbio loft de la avenida Libertador. Como todo un clásico fan, me he colado impunemente en una fiesta ajena: la entrevista obtenida por mis amigos de “Cosas” y así, sentadito, por fin, frente a este ídolo enorme, debo parecer Johan Fano conociendo a Maradona. La humareda reinante contribuye con nuestra crisis respiratoria. Lanata fuma y fuma sin parar, habla sin parar y, cuando habla, humea como un dragón chino, como un búfalo enfadado, como un transatlántico. Veo cerros de cajetillas de cigarros de todas las marcas por todos lados: sobre el escritorio, en las repisas, entre los libros, en los cajones: cerros de puchos, cerros de cerros. Es el único periodista que se puede dar el lujo de fumar en vivo en un set de televisión. Dejaré de fumar cuando ustedes dejen de robar –les ha dicho a los políticos. Échenle pluma.