“Recuerdo que, cuando era chico, mis papás tenían la costumbre de separar un día a la semana para compartir en familia”, cuenta Richard (37). “Ese día era sagrado. Lo usábamos para jugar, básicamente. Monopolio, cartas, fútbol en el parque. Hoy, con las obligaciones del mundo moderno, veo que cada vez es más difícil tener momentos así”.