Martín Sánchez Jorges (msanchez@peru21.com) Un cordero destazado, al costado de una humeante parrilla, cuelga al frente de la casa de Freddy (39), mi guía. Él y sus vacas parecen puntitos al fondo de un prado. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos me alcanza, pese a los 3,750 m.s.n.m. que soporta la zona de Pampacancha, a 10 minutos de la ciudad de La Oroya, punto de partida hacia un complejo arqueológico desconocido al que pobladores locales llaman Shimapunta (ruinas sobre la colina, en quechua).