El buen Renzo viajó a Alemania para llevar una maestría. El programa duraba un año y le dijo a su novia que podían mantener la relación a distancia. Con las justas llegaron a los tres meses, a pesar de que se llamaban todas las noches, se mandaban correos electrónicos y tenían sesiones de videoconferencia con el Skype y el Google Hangout. Fue duro para ellos; es duro para cualquiera.