Beto Ortiz,Pandemonio Un amigo al que quiero de verdad –y, hasta hace no mucho, incluso más que como amigo– ironizó el otro día, no sin cierto irreconocible mal humor, sobre aquellos a los que él llama mis amigos de moda: “¡Claro, pues, tus a–mi–gos!, ¡esos que solo te rodean cuando estás de moda!” Como la mayoría de mis amigos ha estado a mi lado, en promedio, un par de décadas, me quedé pensando un rato en lo que me dijo: A ver, a ver…¿Pasamos de moda los viejos amigos, como los zapatos viejos? ¿No es acaso la prueba del tiempo, la que mejor certifica la auténtica amistad? ¿Estaba su amargo reclamo demostrando que uno de los dos –o quizás ambos, en simultáneo– habíamos arrojado al otro, sin querer queriendo, al polvoriento cajón de los recuerdos?