Lloró como un niño, recibió las felicitaciones de cada uno de sus compañeros y del masajista del club, se desparramó en el suelo, se puso de pie en los carteles de publicidad, abrió los brazos y logró redimirse ante 25 mil fanáticos del Bayern Múnich: Arjen Robben sepultó hoy su maleficio en las finales continentales y se convirtió en el héroe de los bávaros, campeones de la Liga de Campeones.