En principio, la reincidencia y la habitualidad solo se dan en los delitos más graves. Los que cometen una falta van a parar a un juzgado de paz letrado, en el que la misma prescribe. Esto hace que muchos hampones vuelvan a delinquir con impunidad. Se trata de chicos que van dos o tres veces al mes o a la semana a la comisaría y que nunca reciben mayor sanción. La intención de convertir la habitualidad de faltas en delitos trata de corregir esta situación. En lo particular, me parece bien. Lo que se debe instalar es un registro nacional de faltas para que se conozca quiénes son los reincidentes. El Congreso tiene en sus manos la modificación del Código Penal, y el Ministerio de Justicia debe generar talleres en centros penitenciarios para reos primarios a fin de que estos presos –que no son de alta peligrosidad– puedan rehabilitarse y ser reincorporados a la sociedad.