Las rutas del placer son infinitas. Sin embargo, valgan verdades, hay algunas que son extremas. Hace unos días, una curiosa noticia publicada en varios medios causó dolor en los lectores: el caso clínico de un anciano australiano que se introdujo un tenedor en el pene. Terrible. La razón esgrimida por el señor era, básicamente, que así iba a obtener más placer. ¿En serio?
Las rutas del placer son infinitas. Sin embargo, valgan verdades, hay algunas que son extremas. Hace unos días, una curiosa noticia publicada en varios medios causó dolor en los lectores: el caso clínico de un anciano australiano que se introdujo un tenedor en el pene. Terrible. La razón esgrimida por el señor era, básicamente, que así iba a obtener más placer. ¿En serio?