Después del trago amargo que pasó al hacerse pública una demanda por paternidad en su contra, el exobispo Guillermo Abanto Guzmán ahora busca conciliar con la madre de su hija para acordar una pensión alimenticia y un régimen de visitas.
Esta semana, el Tercer Juzgado de Paz Letrado de Surco-San Borja emitiría el mandato judicial que declara al exobispo emérito castrense Guillermo Abanto Guzmán como padre de una niña de dos años.
Esta semana, el Tercer Juzgado de Paz Letrado de Surco-San Borja emitiría el mandato judicial que declara al exobispo emérito castrense Guillermo Abanto Guzmán como padre de una niña de dos años.
El exobispo auxiliar Guillermo Abanto Guzmán, quien dimitió tras ser demandado por paternidad, reconoció que es el padre de una niña de dos años, fruto de la relación amorosa que sostuvo con la joven Alexandra de la Lama.
“Mi solidaridad con la honra de las personas perjudicadas, en especial con esta niña inocente, que debe ser reconocida por su padre”. Así de pronunció el cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani, respecto al caso del obispo emérito castrense Guillermo Abanto Guzmán, sobre quien pesa una demanda de paternidad.
Todos los hijos, incluyendo los hijos de un cura, están protegidos por la ley. El hecho de que el padre tenga un cargo eclesiástico es totalmente intrascendente para la justicia porque primero es el niño. El procedimiento de reconocimiento se encuentra bien delineado en la Ley 28457. Según la norma, las madres pueden acudir a un juzgado de paz letrado de su lugar de residencia para iniciar un proceso de filiación judicial; ya no es necesario recurrir a un juzgado de familia. El demandado tiene 10 días para responder. Si no lo hace, entonces se emite un mandato judicial de paternidad. En cambio, si presenta un recurso de oposición, se suspende la acción legal hasta que se realice la prueba de ADN que confirme o que niegue el vínculo con el niño. Por lo que tengo entendido, en este caso –del obispo Guillermo Abanto Guzmán y de Alexandra de la Lama Luna–, ya se han superado largamente los plazos, por lo que al sacerdote no le queda otro camino sino reconocer a la pequeña.