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El día en que el horror se apoderó de El Sexto

Domingo 27 de marzo del 2005 | 12:00

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27 mar (Perú.21) Dicen que las huellas que dejan las tragedias son imborrables. Hoy, a 21 años del terrible motín en el penal El Sexto, hallamos a varios de los protagonistas y testigos de este hecho reticentes a recordar. Si bien admiten que lo sucedido aquel martes 27 de marzo de 1984 marcó sus vidas para siempre, los ex rehenes de esa pesadilla que logramos ubicar prefieren olvidar.




VÍCTIMAS.

"Hace mucho tiempo que cerré esa etapa de mi vida. No quiero hablar más de eso", dice el abogado Segundo Díaz Velásquez. Remarca que no sufrió ningún trauma, pero evita recordar. Él fue uno de los 11 rehenes (cuatro mujeres y siete varones) del levantamiento de criminales en El Sexto, el cual estalló a las 10:30 a.m. y culminó casi 12 horas después.





"Estaba tomando un café en la oficina (área de Observación, Clasificación y Tratamiento), cuando empezó todo. Primero se escucharon disparos y luego irrumpió un grupo de internos. La mayoría tenía verduguillos. Muy pocos manejaban armas de fuego, y uno que otro llevaban bombas caseras", cuenta Díaz.





Aunque se dijo que todo estalló como consecuencia de una disputa por el control del penal, Díaz refiere que la causa fue simplemente fugar: "La única demanda que plantearon era una ambulancia para poder huir y que no los siga la Policía. Pilatos dijo que querían su libertad y nos pidieron colaborar para que nadie resulte herido, pero las cosas no terminaron así". Lo cierto es que Pilatos y sus cómplices ya habían logrado fugar de otras cárceles, y tenían claro que ahora también podían hacerlo.





Los agentes penitenciarios Carlos Rosario Arias y Rolando Farfán Candia fueron torturados hasta la muerte. Al primero le rociaron querosene y le prendieron fuego y al otro le acuchillaron las piernas, delante de las cámaras de televisión. Finalmente, le dispararon en el estómago.





Una de las imágenes imborrables de aquella jornada fue de la psicóloga Amelia Ríos de Coloma. Su foto sangrante recorrió el mundo entero. Primero apareció suplicante, gritando que hicieran caso a las demandas de los reos. Después, tras el rescate, se le vio herida, agonizante. Un balazo, disparado por un policía, le impactó en la boca y le destrozó parte del maxilar.





Ella, al igual que Segundo Díaz, no quiere hurgar en su memoria. Hace mucho que no habla del asunto. Esa etapa de su vida ha quedado atrás. "Lo que viví ese día está plasmado en Rehenes en el Infierno, el libro que publiqué dos años después del motín", afirma Ríos.





Amelia me alcanza un ejemplar y me señala los pasajes más dramáticos que le dejó esa pesadilla que terminó con la vida de 21 personas y dejó heridas a otras 30. Ese día murió, además de los dos empleados penitenciarios, el famoso narcotraficante Mosca Loca (fue torturado y asesinado por los internos). El resto eran reos comunes. Casi todos habían intentado fugar y quedaron atrapados en el fuego cruzado de las balas.





bTESTIGOS.

b "Reconozco que no estuvo bien por la excesiva violencia que se propaló. Hoy no lo haría. Ese día me sentí entre aterrorizado y satisfecho, pues era la primera vez que se difundía en directo un hecho así". Las palabras corresponden a Enrique Izaguirre, camarógrafo del canal 9 en ese entonces. La cobertura despertó sentimientos encontrados en el periodista.





Desde las cuatro de la tarde, el canal de televisión mostró, detalle a detalle, lo que sucedía ese día en el cruce de las avenidas Bolivia y Alfonso Ugarte, donde se ubicaba el penal El Sexto.





Ubicados en el techo del colegio Guadalupe, los periodistas se esforzaban por captar todos los movimientos de los protagonistas del levantamiento. Pilatos, Carioco, Pelao, Beto y el Chino Sakoda y el resto, se mostraron feroces y capaces de todo.





Con telas atadas a sus cabezas, y cuchillos y pistolas, los criminales sobreactuaron para la prensa. Pilatos, incluso, llamó a un canal de televisión para dar a conocer sus demandas y escribió dos mensajes que mostró desde el techo de la cárcel.





Enrique Izaguirre cuenta que se tendieron 300 metros de cables para la gran transmisión. "Hoy me doy cuenta que difundir esas imágenes no sirvió para nada. No fue una lección para nadie", admite. Eduardo Guzmán, reportero del 9 en esa fecha, no se arrepiente: "Hubo críticas, pero fue por el horario en que se propaló y porque de algún modo los reos se creyeron protagonistas de una película".





Las imágenes de estas páginas son contundentes: esto no debe volver a repetirse. Dos años después, el entonces presidente Alan García clausuró el penal. Sin embargo, los constantes sucesos de violencia en nuestras cárceles parecen decir que -a veces- la historia no enseña.