Por Gonzalo Pajares
gpajares@peru21.com
Empezó haciendo comerciales y modelando. Hoy la vemos en la televisión, el teatro y el cine. Anahí de Cárdenas es la belleza que ilumina El guachimán, película peruana que ya está en cartelera.
¿Eres una chica del colegio Villa María?
(Ríe). A medias. Lo que hace Johanna San Miguel es una caricatura, que tiene su poquito de verdad, pero sobredimensionada.
¿Las monjas te hicieron pía?
Siempre fui una chica muy tranquila. Me aceptaron porque en mi anterior colegio, el Roosevelt, había tenido una conducta ejemplar, pero, en el Villa María, mi conducta se fue al cacho y terminé con matrícula condicional (ríe). En el Villa María las chicas tienen que estar bien presentables, no pueden tener el cabello de todos los colores… y yo lo tenía morado (ríe). Felizmente, las clases de costura y de cocina ya las habían dejado de dictar (ríe).
¿Ya querías ser actriz?
No tenía la más remota idea. Cuando estaba en tercero quería ser psicóloga, pero mi psicóloga me dijo que no era mentalmente estable para serlo. Me fregó el sueño y hoy la odio (risas).
¿Hubieses sido una buena psicóloga?
Sí. Es más, he pensado volver a la universidad y estudiar Psicología. También quise estudiar Arte, pero Maricruz Arribas (una artista) me dijo: “Entrar a Arte es como entrar a un convento. ¿Estás preparada para ello?”. “No”, le dije. Yo quería todo, menos un claustro (ríe). Siempre me ha gustado hacer lo que me provoca y cuando me da la gana.
La tele tiene horarios difíciles.
Sí, pues. Pero, si una se compromete, se compromete. Además, ya me acostumbré. Empecé como modelo en Habacilar, y eso me dio la disciplina de trabajo que no tenía. Y más allá de que pareciese que solo decía “50, 100, 150 y 200 dólares”, era una chamba simpática (risas).
Tu belleza ganó su espacio…
Fue una mezcla de feeling, de personalidad, de todo. En Habacilar me daban la oportunidad de jugar. Proponía cosas y me decían “va”; se dieron cuenta de que bailaba: “Anahí, haces el musical de inicio”; se dieron cuenta de que cantaba. “Cántate algo”, me dijo Raúl, y cuando lo hice volteó y dijo: “Por qué no me han dicho que canta” (ríe).
Eres una suma de talentos: actúas, bailas, cantas, pintas. ¿Ya enrumbaste tu diversidad?
Trato. Me dejo llevar por mi carrera, por lo que me gusta, solo hago las cosas en las que creo. El modelaje me llevó a la tele, la tele me llevó a la actuación, al cine y al teatro, y es allí donde encontré mi camino: actuar es lo que más me gusta.
Tu primera cinta fue Dioses...
Me encantó, aunque no me sentí extraordinaria por falta de experiencia y de conocimiento: no había estudiado actuación, recién lo hice el año pasado, en Los Ángeles, durante un mes, después de haber hecho Dioses, Máncora, Esta sociedad y varias obras de teatro.
¿Hoy te sientes buena actriz?
Tengo actitud. A veces me siento buena; a veces, conchuda.
¿Reconociste algo de tu mundo en Dioses?
Josué hizo una caricatura de ese mundo, pero, claro, lo reconozco, lo veo todos los días. Pero no puedo dar un juicio porque cada quien es como es por su entorno; hay gente que crece, vive y actúa así porque no conoce nada más; entonces, ¿cómo juzgarlos? Sin embargo, hoy me cuesta ir a las reuniones de mi entorno, ir al club… me cuesta.
Actúas en El guachimán...
La película es un locón, muy graciosa, sin pretensiones, que solo quiere que el espectador se mate de la risa. Soy una prostituta contratada por el guachimán y accedo a todo lo que me pide.
¡Qué viva la ficción!
(Risas). Su nombre de batalla es ‘Sol’ (ríe): es una chica de clase media que quiere ser una Barbie, que quiere ser una chica de clase alta a como dé lugar. El guachimán la contrata porque quería estar, como dice en la cinta, “con una blanquita, con una rubiecita”.
Tú estás muy sensual…
No me considero muy sensual. Además, en la película no me verán desnuda (risas).
Bailaste en El gran show, pero no te imagino en el salsódromo más sabroso de La Victoria…
Sería feliz. Estuve en La Habana y bailé en el Tropicana.
Cuando bailas, ¿te liberas?
Me encanta, es una de mis pasiones. Lo hago desde chica; para mí, es como caminar. Hice ballet clásico; lo dejé porque entré en la edad del pedo (risas), cuando solo me provocaba estar con mis amigas e ir a fiestas.
¿Cómo manejas el tema de tu exposición pública?
Nunca he tenido problemas. Mantengo mi vida privada en privado, cuando no lo hice resultó fatal: ni bien dije que estaba con alguien, la relación se acabó (ríe).
¿Sales con alguien ahora?
No te lo voy a decir, para qué (ríe). ¿Quiero que dure? Entonces, debo decirte que estoy sola (risas)