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San Valentín: Cuando el amor no tiene edad ni orientación sexual

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Raquel y Eduardo, Kathy y Betsi y Lizbeth y Jaime nos demuestran que el este hermoso sentimiento existe (y puede durar).

Eduardo era su jefe y, la verdad, a Raquel no le gustaba mucho. Tenía un carácter explosivo y, aunque nunca le había hecho una escena o un desplante, no se veía en una relación con él.

A Eduardo, contador formado en la Universidad Católica, la nueva asistenta le parecía demasiado bella… y se propuso conquistarla. Solo había un inconveniente: ella no parecía fijarse en él ni tampoco correspondía sus favores.

Esto, en lugar de alejarlo de ella, funcionó como un imán. La invitó a salir, mostró sus méritos y, un año y tres meses después, la llevó al altar. Hoy tienen casi 58 años de casados, cinco hijas, cinco nietas y un nieto. El carácter de Eduardo sigue indomable, pero es evidente que en casa manda Raquel.

Lizbeth y Jaime se conocieron en la banda del colegio: él era un bajista empeñoso que olvidó las cuerdas de su instrumento cuando la vio. Él tenía 15 años; ella, 13. Jaime averiguó por amigos comunes su dirección en Messenger y la abordó.

A ella lo sedujo su determinación y, así, poco a poco, fueron conociéndose… por Internet. Luego, él, más atrevido, consiguió el teléfono y la dirección de Lizbeth, y la buscó. La invitó a caminar por las calles del barrio y se declaró.

Ya llevan nueve años juntos y no piensan separarse. Hay planes de boda futura, solo hay una discrepancia: cuándo formar una familia. Ella quiere disfrutar su juventud; él, dedicarles ya su vida a sus hijos. Se quieren, en esto también se pondrán de acuerdo.

Kathy tiene 34 años; Betsi, 21. La primera es de Arequipa; la segunda, de Huánuco. Kathy es tímida; Betsi, puro carácter. Son lesbianas, lo supieron desde siempre. En estos tiempos de Internet, sus primeros flirteos se produjeron en el chat de Facebook. Solo había un inconveniente: Betsi vivía en Argentina.

Prometieron visitarse, pero el destino creyó que no era el momento adecuado. Apareció el silencio y un día, Kathy vio conectada a Betsi y le escribió. Esta le contó que estaba en Lima y Kathy sintió que su corazón explotaba y su cuerpo se desvanecía.

Venció su timidez, le pidió su teléfono y la llamó. Congeniaron de inmediato y hace dos años y cinco meses viven juntas. Quieren casarse, tener hijos, pero la ley peruana no se los permite. No se amilanan. Saben que los buenos tiempos pronto llegarán.

Si algo hay en común en las historias de Eduardo Braga y Raquel Seclén, de Lizbeth Huamán y Jaime Escurra, de Kathy Antezana y Betsi Álvarez, es el amor profundo que transmiten, uno que los ha llevado a prolongar su afecto –Eduardo y Raquel cumplirán en marzo 58 años de casados–, a superar prejuicios sociales y culturales –Kathy y Betsi asumen públicamente su homosexualidad en una sociedad conservadora como la nuestra– y a descubrirse física y emocionalmente –Lizbeth no ha tenido otra pareja, con él aprendió a besar, a enamorarse, a amar–. No es poca cosa en una época donde la ligereza en todo, hasta en los afectos, se impone.

¿Y cómo han logrado perdurar? Todos señalan que la confianza es fundamental. Luego, hay particularidades. Raquel nos dice que pronto supo leer el bronco carácter de Eduardo y lo dejó ser, lo comprendió… a tal punto que, el día de su matrimonio, en lugar de iniciar un viaje de placer, se fueron al Estadio Nacional a ver la final de la Copa América de ese año. El esfuerzo valió la pena: Perú derrotó a Brasil y se coronó campeón de América.

“Llevamos nueve años juntos, pero no siento que me esté perdiendo de nada”, nos dice Lizbeth. “Jaime es celoso, yo también, pero hemos sabido darnos nuestro espacio: yo me fui a Cancún con mis amigos; él a Máncora. Nos amamos, nos necesitamos, pero no dependemos del otro; así seguiremos”.

Betsi es más confrontacional que Katty, y juntas hacen combustión. No pertenecen formalmente a ningún colectivo homosexual, pero participan en toda manifestación en busca del reconocimiento de sus derechos.

Por ejemplo, este sábado 14, día de San Valentín, en el Parque del Amor, a las 11:30 a.m., en una actividad organizada por la Red Peruana TLGB, se casarán. El matrimonio será simbólico, pues ya sabemos que, ni siquiera bajo la forma de unión civil, algo así está amparado por la ley. Su amor no necesita el visto bueno de nadie, pero es injusto que la discriminación legal las convierta, en la práctica, en ciudadanas de segunda clase.



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