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Stefano Alcántara: El señor de los tatuajes [Video y fotos]

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Todo empezó cuando Stefano le dijo a su papá que se iba a comprar una máquina de tatuajes. Su padre le prestó la plata con una condición: que no se tatúe.

La primera vez que supe de Stefano Alcántara fue en los noventa. Los afiches de los conciertos punk/hardcore llevaban su nombre como auspiciador. Eran fotocopias o impresiones en blanco y negro. Por esos años también figuraban el Coyote, Arte Sagrado, Body Hard, Rising Dragon, entre otros que no recuerdo. El buen tatuaje daba sus primeros pasos.

Hoy, después de varios litros de tinta y miles de agujas desechadas, el buen Stefano –a sus 39 años– es quizá el mejor y más reconocido tatuador peruano. Tres estudios en el Perú –incluida una galería de arte– y otro en Estados Unidos lo confirman.

“Cuando empecé a tatuar, en el 94, no había estudios de tatuajes, no había una cultura del tatuaje ni el respeto por el tatuaje. Pero me gustó ser parte de ese cambio: de que ni el tatuado ni el tatuador se vean como alguien de mal vivir”, señala Alcántara a Cheka en su última visita a Lima, antes de regresar a Nueva York.

EL ORTODONCISTA
Tenía 12 años y quería ser ortodoncista. El joven Stefano llevaba brackets, le vacilaba ir al consultorio del doctor y estar ahí… “Para mí era importante buscar la belleza o mejorar algo en cualquier aspecto de la vida”, nos explica.

Al mismo tiempo, dibujaba en el colegio, hacía retratos de los profesores. No era muy brillante en los estudios y, muchas veces, autor intelectual del desorden en el salón. Años más tarde, como estudiante de primer ciclo de Diseño Gráfico, descubrió el tatuaje a través de una revista.

“Me impactó. Hizo que pensara en el tatuaje como un medio de expresión artística. Nunca me imaginé que iba a dedicarme al tatuaje como profesión”, dice. Pero sus papás tampoco lo pensaron. “Cuando le dije a mi papá que me quería comprar una máquina de tatuajes, me prestó la plata, pero me advirtió que no me tatúe… Y ahora ya lo tatué a él y a mi mamá. Es más, mi papá quiere otro y yo le digo: ‘Piensa bien lo que quieres’”, cuenta entre risas.

EL PSICÓLOGO
Una sesión de cinco horas de tatuaje puede convertirse en una terapia. Tanto para el tatuado como para el tatuador. Alcántara confiesa haber aprendido mucho de las charlas con sus clientes, a tal punto que su vida cambió después de un tatuaje. “Un cliente me contó una historia tan fuerte –que no la puedo citar– que en cinco horas cambió mi forma de ver la vida”, asegura.

EL ARTISTA
En la familia Alcántara, el arte corre por las venas. El padre de Stefano tuvo una banda de música en su juventud, su hermano es vocalista de los grupos nacionales Contracorriente y Sabor y Control. Su bisabuelo era un pintor famoso para la época: José Alcántara La Torre.

Hoy el bisnieto es un destacado retratista como lo fue don José. “Me nace naturalmente hacer retratos, figuras humanas, que es mi tema”, explica. Precisamente, Stefano, además de dibujar sobre la piel, lo hace sobre el lienzo.

Está claro que el tatuaje ya es una forma de arte contemporáneo. Por eso, Alcántara dice: “Con la galería de arte que estoy abriendo doy un paso para que el tatuaje sea mucho más cercano a una corriente artística real”.

El tatuaje empezó como un hobby para Stefano. Hoy, 21 años después, le debe todo a este arte. Pero es más que una profesión, es una experimentación. Que nunca se acabe esa tinta, -maestro.

Por: Mijail Palacios (@mijailpy en Twitter)




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