La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, amenazada por un juicio de destitución, aseguró el martes que nunca renunciará y denunció un intento de “golpe”, ante la multiplicación de iniciativas políticas y judiciales que también bloquean el nombramiento del expresidente Lula como ministro.
“Acá se está produciendo un golpe contra la democracia. Yo nunca renunciaré”, proclamó Rousseff en un acto en el Palacio de Planalto, aplaudida por un centenar de abogados y juristas contrarios al juicio político que el Congreso estudia abrirle por presunta manipulación de la cuentas públicas.
“No cometí ningún delito previsto en la Constitución y las leyes para justificar la interrupción de mi mandato”, aseveró la gobernante, de 68 años, en medio de gritos de: “¡No habrá golpe! ¡No habrá golpe!”.
“Condenar a alguien por un crimen que no cometió es la mayor violencia que se pueda cometer contra una persona. Es una violencia brutal. (…). Ya fui víctima de esa injusticia una vez durante la dictadura y lucharé para no volver a serlo en plena democracia”, proclamó Rousseff, quien sufrió persecución y torturas bajo el régimen militar (1964-1985).
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La mandataria, del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), advirtió así mismo de los riesgos de una ruptura democrática y de las perdidas de las conquistas sociales alcanzadas durante los dos mandatos de Lula (2003-2010).
El senador socialdemócrata Aecio Neves (PSDB), derrotado por Rousseff en las últimas elecciones, pidió recientemente la renuncia de la mandataria como un “gesto magnánimo” de quien “perdió las condiciones mínimas para gobernar”.
Rousseff enfrenta dos procesos paralelos: un juicio de destitución en el Congreso (impeachment) por presunta manipulación de las cuentas públicas, y una investigación en la justicia electoral, por supuesta utilización del dinero del sonado esquema de corrupción en la estatal petrolera Petrobras en la campaña electoral de 2014.