“Jugar al fútbol para nosotras, las chicas, en Palestina, es una enorme desafío”, dice Claudie Salameh, capitana de la selección femenina de fútbol palestino.
Su selección acaba de ser aplastada 6-0 por la de Tailandia en el primer partido de la fase de clasificación para la Copa de Asia, pero este resultado no amilana a sus integrantes.
Al contrario, Salameh, se dice “orgullosa” de sus compañeras, que han desafiado las tradiciones para salir al terreno de juego.
“Nos enfrentamos al fútbol mundial, pero también a nuestro país donde reina una visión retrógrada de las mujeres que juegan al fútbol”, explicó a la AFP.
Y agregó: “Debemos demostrar a nuestro propio pueblo que las chicas pueden y saben jugar al fútbol”, prosiguió Salameh, agitando sus manos con las uñas esmaltadas de un rojo brillante.
El fútbol femenino palestino goza de menos de diez años de historia. El primer equipo se fundó en 2009 con escasos recursos, a pesar del escándalo causado por el espectáculo de estas chicas practicando un deporte tradicionalmente dominado por los varones.
Tras su creación, los equipos femeninos centran los debates bizantinos sobre su vestimenta y si deben jugar tras su matrimonio. Incluso, estas discusiones aparecen en los sermones de algunas mezquitas.
Por eso, hoy en día, el reto de las jugadores y los miembros de los cuerpos técnicos, más allá de los resultados, es imponer y perpetuar su presencia.
Riham al Moghrabi, de unos 20 años, es una de las pocas que llegó a apoyar a la selección nacional, desde Jericó. En las gradas, asegura, con la bandera palestina en la mano, detecta en estas jugadoras “una fuerza, una voluntad y un don que les pueden servir tanto para ellas como para todo el país.”
Con información de Hossam Ezzedine (AFP)
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