05.MAY Domingo, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Ambos equipos repitieron el libreto del partido anterior. Steve Kerr, el entrenador de los Warriors, volvió a salir con Iguodala como titular, mientras que David Blatt mantenía a sus hombres altos –Tristan Thompson y Timofey Mozgov– en el quinteto inicial. El arranque fue titubeante, y la primera canasta, de manos de Klay Thompson, llegó cuando habían transcurrido casi tres minutos y los Cavaliers ya habían perdido cinco veces el balón. No pasó mucho tiempo hasta que estos decidieron prescindir de Mozgov, para sacar a la pista a J.R. Smith. Jugar al small ball, poner en peligro su superioridad reboteadora, era un riesgo que Blatt debía asumir en el quinto partido en Oakland, si quería llegar el martes a Cleveland con la oportunidad de llevarse el campeonato en casa.

El primer cuarto, que acabó con un empate a 22, puso de manifiesto la igualdad del encuentro. Los Warriors tenían apretado el botón de fastforward. Pero LeBron James percutía desde todos los aspectos del juego. Anotaba, reboteaba y asistía sin piedad –20 puntos, 8 rebotes y 8 asistencias en el intermedio–, muy bien acompañado por J.R. Smith, quien por fin veía algo de luz en estas finales, con 14 puntos en el bolsillo. A falta de 33 segundos para el descanso, el veterano Mike Miller, casi inédito en estas finales, anotó un triple. Sin embargo, una canasta de Harrison Barnes, que vino con un tiro libre adicional tras la falta personal, ponía a los Warriors tan solo un punto arriba en el ecuador del partido.

Hubo hasta veinte cambios de liderazgo y diez empates antes de que terminara el encuentro. En la segunda parte, el ritmo bajó, aunque los Warriors comenzaron a ver cómo los espacios se abrían, gracias a la ausencia de pívots en la pista. Además, los actores secundarios, como Leandrinho Barbosa, respondían. Y, cuando llegó el último cuarto, los Cavaliers ya no tenían gasolina. Por un lado, estaba un solitario LeBron James –“No hay nadie con la fuerza suficiente para contenerle”, decía el comentarista Jeff Van Gundy–, demostrando por qué es el mejor jugador del mundo. Por el otro, Stephen Curry, en trance, no paraba de anotar. Sus 17 puntos en el tramo final, ante una defensa asfixiada por el cansancio, le dieron la victoria a los locales, con un marcador de 91-104.

“¿Alguna de sus canastas no fue disputada?”, dijo LeBron James, cuando los periodistas le preguntaron en la rueda de prensa por la actuación del base de los Warriors, que acabó con 37 puntos. “Cayéndose, pasos atrás tras el bote. Me parece bien. Nos parece bien. Hay que quitarse el sombrero ante el mejor tirador de la liga”. No había logrado culminar la gesta, a pesar de sus 40 puntos, 14 rebotes y 11 asistencias, en uno de los mejores partidos que se le recuerdan. “Cuando decidieron jugar con pequeños desde el principio, y sacaron a sus tiradores, pensé: ‘Esta es la noche de Steph’”, confesó, por su parte, Steve Kerr. “Esto va a ser grande para él, porque tiene todo este espaciado”. Y no se equivocó.


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