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Opinión

La recién aprobada Ley de Reforma Magisterial diseña una línea de carrera basada en meritocracia. Su éxito dependerá de la rigurosidad de su aplicación.

Alonso Segura,Al.Mercado
asegura@peru21.com

Si uno considera el calamitoso estado de la educación en el país –medido a través de comparaciones internacionales en pruebas de rendimiento de los alumnos– esta reforma era impostergable. El Gobierno previo inició reformas en esta dirección, pero solo una minoría del profesorado se acogió a los incentivos creados en su momento. La diferencia, ahora, es que los casi 200 mil maestros pasan obligatoriamente a ser parte de esta ley. Es decir, por lo menos en el papel, sus remuneraciones y ascensos dependerán de evaluaciones. Ojalá una mayoría del profesorado entienda este cambio como una oportunidad para progresar, pero en función de esfuerzo y resultados. También debe entenderse que el Estado está invirtiendo en ellos, como lo demuestra el correspondiente incremento de la asignación presupuestal. Sin embargo, para que la reforma funcione, tienen que hacerse esfuerzos de capacitación y las evaluaciones deben ser estrictas. Los resultados se verán en función al rendimiento de los alumnos.


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