Charlie Gard sufría una rara enfermedad genética incurable llamada Síndrome de Agotamiento de ADN Mitocondrial. Tenía daños cerebrales irreparables y no podía respirar por su cuenta. Este viernes falleció en Londres (Inglaterra) luego de que se le retirara su respirador artificial.
Sus padres, Connie Yates y Chris Gard, juntaron más de 1.7 millones de dólares para llevarlo a Estados Unidos a fin de que recibiera un tratamiento experimental que creían prolongaría su esperanza de vida.
Pero los doctores del bebé en el hospital Great Ormond Street se opusieron. Dijeron que el tratamiento no lo ayudaría y que solo le iba a causar más dolor. La disputa terminó en manos del tribunal.
Tras varios meses de peleas jurídicas, sus padres y el hospital donde lo habían atendido no llegaran a un acuerdo sobre un plan para finalizar la vida del bebé.
Entonces, La Corte Suprema británica estuvo de acuerdo con los médicos, diciendo que era mejor que le permitieran a Charlie morir.
El juez Nicholas Francis emitió la orden de que Charlie debía de ser trasladado de un hospital a un hospicio y ser desconectado de su soporte vital.
La despedida
Tras conocer el deceso del niño, el papa Francisco escribió en un tuit: “Encomiendo al pequeño Charlie al Señor y rezo por sus padres y todos aquellos que lo amaron”.
“Mamá y papá te aman mucho Charlie, siempre lo hemos hecho y siempre lo haremos. Perdónanos por no poder salvarte (…) tuvimos la oportunidad pero no se nos permitió dártela”, escribieron sus padres luego de que abandonaron su batalla legal y reconocieron que las posibilidades de salvarlo habían acabado.
Donald Trump también se había pronunciado sobre este caso en su cuenta de Twitter: “Si podemos ayudar al pequeño #CharlieGard, de acuerdo con nuestros amigos en el Reino Unido y con el Papa, estaríamos encantados de hacerlo”.
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