El asesinato a balazos de la dirigente indígena y ambientalista hondureña Berta Cáceres, ocurrido hoy, causó consternación y repudio en Honduras, algo que cientos de personas manifestaron frente a la morgue adonde llegó el cuerpo de la activista.
En los predios del centro de Medicina Forense, en Tegucigalpa, donde se ha practicado la autopsia para conocer detalles sobre el asesinato, diversos grupos expresaron condolencias a los familiares de Cáceres y rechazaron el crimen, que ocurrió en la casa de la dirigente de la etnia lenca en La Esperanza, occidente de Honduras.
Dirigentes de organizaciones populares, políticos, campesinos y maestros, entre otros, llegaron al lugar para despedir a quien, además, era la coordinadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), del que Cáceres fue cofundadora en 1993.
“Su asesinato es una dura bofetada al movimiento popular social y de defensores de los derechos humanos”, dijo conmovida a Efe la coordinadora de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos, Yessica Trinidad.
Agregó que Berta Cáceres, a quien quería “como a una hermana”, ha sido asesinada por su lucha por la tierra y que su caso no debe quedar impune, como ha ocurrido con muchos crímenes en el país.
“Quienes la asesinaron sabían que le hacían un daño a los defensores de derechos humanos”, enfatizó Trinidad.
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