Recluidos en su ciudad, puesta en cuarentena por la epidemia de ébola desde hace más de dos semanas, los 17,000 habitantes de Dolo Town, cerca del aeropuerto internacional de Liberia, aguantan cada vez peor su aislamiento en esta “cárcel” a cielo abierto.
Las calles de Dolo Town están prácticamente vacías, con la excepción de las filas de personas que esperan la distribución de raciones de arroz, bajo el control de los soldados que garantizan el bloqueo, arma en mano.
La ciudad fue puesta en cuarentena el pasado 20 de agosto, al mismo tiempo que West Point, un barrio periférico de Monrovia, y de la imposición del toque de queda en todo el país, donde se registraron más de la mitad de los 2,000 muertos que ya dejó la epidemia del ébola en África Occidental.
A diferencia de West Point, donde el aislamiento de diez días provocó protestas, la población de Dolo Town se lo toma con paciencia.
La mayor parte de los habitantes trabajan para el gigante estadounidense del neumático Firestone, muy cerca de aquí, cuya plantación abarca una superficie de 500 kilómetros cuadrados.
La compañía tomó precauciones cuando la mujer de un empleado se contagió en abril. Pero la producción ha disminuido con la cuarentena.
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