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Perú: El 80% de niños asháninkas menores de 5 años padece de desnutrición [Fotos]

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Los escolares que reciben alimentos del Estado regresan por vacaciones a sus aldeas, donde su dieta se basa en la yuca y el masato.

Las incursiones y asaltos realizados durante años por madereros, mineros, colonos e miembros de Sendero Luminoso —entre las décadas de 1980 y 2000— no solo redujeron las tierras de la etnia asháninka en la selva del Perú. También dejó a muchos de sus 97,000 miembros desnutridos.

La desnutrición afecta principalmente a los niños. Según cifras de la Central Asháninka del río Ene, la organización indígena más importante de la zona, el 80% de los niños menores de 5 años la padece.

El Estado también trata de ayudar a los asháninkas y desde 2013 ofrece el programa alimentario Qali Warma para 3,200 estudiantes de 54 comunidades nativas que habitan a lo largo del río Ene.

Desde esa fecha, los escolares de la zona probaron por primera vez leche de vaca y la quinua. También comenzaron a comer anchoveta, un nutritivo pez que abunda en el Pacífico pero que cada año se quema por toneladas y su harina se exporta a China como alimento de animales.

Néstor A., estudiante de quinto de secundaria, dijo a la agencia AP que las “tres comidas al día” se acabaron la última semana de noviembre, cuando culminaron las clases del año escolar 2015.

Desde marzo, él vivió en un albergue con 30 alumnos que se alimentan con fondos que aportan dos municipios locales y la organización Asháninka. Volverá a su cabaña para comer la misma dieta que consumen los niños que no van al colegio y los adultos: yuca y masato, una bebida fermentada de un tubérculo.

En estos meses de vacaciones, este escolar también deberá atrapar gusanos, insectos, pájaros y peces para complementar su dieta. “Cada vez hay menos en el monte”, dijo a AP.

En la actualidad, transportar leche, quinua y anchoveta a las comunidades del río Ene demora 15 días en bote. Lograr que los escolares acepten los nuevos alimentos es un reto mayor.

Caleb Cabello, maestro en Potsoteni, despidió a los estudiantes el último viernes de noviembre. Partieron en bote por el río Ene hacia sus aldeas alejadas.

“Ahora empieza su odisea en estos meses de vacaciones. Van a su casa medio gorditos y van a regresar muy flacos”, expresó.


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