Lucía Calderón Portugal
@lucalderon7
Las huellas del incendio en la Galería Nicolini no solo están en las paredes del imponente edificio de Las Malvinas, abandonado y en escombros. Los ojos de los comerciantes que todavía permanecen en la zona reflejan el impacto de lo ocurrido y la desesperación por respuestas sobre el futuro de sus negocios.
El lugar de la tragedia hoy luce dos caras. La esquina del siniestro permanece cerrada y enrejada, bajo estricta vigilancia policial. Solo un grupo de curiosos se acerca de rato en rato para buscar en el cielo los polémicos contenedores, donde encerrados como esclavos perdieron la vida Jorge Huamán y Jovi Herrera.
A la vuelta, la historia es otra. Atrás de las oficinas de la empresa JPEG, en el jirón Ascope, decenas de comerciantes permanecen en la puerta trasera de la Galería Nicolini. Están indignados, incómodos, pero esperan pacientes. ¿La razón? Hugo Sulca, presidente de la galería Nicolini, ha prometido que pronto ingresarán a revisar la situación de sus productos.
La expectativa es grande. Las dificultades para apagar el incendio impidieron que pudiesen acercarse a la zona durante varios días. Muchos fueron evacuados sin poder salvar sus productos y la angustia se ha apoderado de ellos: cada día que pasa se reduce aun más la posibilidad de recuperar su inversión.
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Las puertas se abren a las 10 de la mañana pero el encargado anuncia que no se permitirá retirar nada. Solo se puede limpiar. Es tal la cantidad de personas que solo un grupo logra ingresar al local. A este lugar no llegó el fuego, pero el abandono ha hecho que parezca tierra de nadie: los pasadizos están llenos de basura, de polvo y de cenizas.
La situación de los comerciantes de las galerías vecinas no es muy diferente. Recién ayer, las autoridades autorizaron la apertura de los establecimientos aledaños. Hoy es el primer día de trabajo ‘normal’ tras el incendio.
“Hemos perdido bastante, imagínese, vendíamos tres mil soles diarios y hemos estado paralizados. Alquilar este local me sale ocho mil soles por mes…”, lamenta uno de los administradores de una tienda de herramientas en jirón Huarochirí, que se vio obligado a cerrar otro de sus negocios para no seguir perdiendo dinero.
La última imagen en la zona podría decir que los comerciantes ya aprendieron la lección. En sus rostros se nota desconfianza, miedo y una especial preocupación por la seguridad. Nadie quiere que el infierno regrese.
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— Diario Perú21 (@peru21noticias) 4 de julio de 2017
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