04.NOV Lunes, 2024
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Opinión

“En 20 años, esos arbolitos estarán en plena capacidad de amortiguar los aguaceros que nos caen desde que el cambio climático se mezcla con El Niño”.

Últimamente suenan las alarmas porque Donald Trump (el popular zanahoria gorda) ha dejado claro, una vez más, que el cambio climático lo tiene sin cuidado. Que Trump diga y haga lo que quiera, pues aunque nos afecten sus decisiones, el Perú tiene mucho trabajo cama adentro y este sí que es urgente. Este verano tuvimos calores inéditos, llegamos a soportar la mayor radiación solar del mundo en febrero y uno de los desastres más fuertes de nuestra historia en marzo. Los fenómenos naturales pueden convertirse en desastres cuando no se han tomado medidas de prevención o cuando el ecosistema se altera producto de la actividad humana. Por ejemplo, demasiada agua que la tierra no puede absorber puede provocar inundaciones. Esta situación se agrava más aún con la deforestación, pues se destruye una barrera natural y el suelo se vuelve muy seco y polvoriento, provocando la erosión. El régimen hídrico también se ve seriamente afectado con la pérdida de árboles, alterándose los ciclos de las lluvias y la disponibilidad de agua en general. Podemos mitigar las inundaciones y huaicos restaurando los bosques que, además, contribuyen a capturar el carbono que ocasiona el cambio climático.

Estuve en los bosques secos de Tumbes y Piura hace un mes y pude ver con claridad la regeneración natural en las riberas de los ríos. Las lluvias han hecho germinar las semillas de árboles fuertes como el algarrobo, el zapote y el hualtaco, entre otros. Las orillas de los ríos están llenas de ejemplares de estas especies muy chiquitos, totalmente vulnerables al ser humano y al ganado. Si solamente nos enfocamos en el cemento que necesitamos para recuperar lo que se llevaron los huaicos, habremos desperdiciado la potente barrera natural que hoy, casi invisible, asoma ofreciendo su fortaleza. En 20 años, esos arbolitos estarán en plena capacidad de amortiguar los aguaceros que nos caen desde que el cambio climático se mezcla con El Niño en episodios cada vez más impredecibles y desorganizados. Pero tenemos que trabajar para que continúen con vida y para eso es necesario incluir el aprovechamiento de la regeneración natural de nuestros bosques en las políticas de reconstrucción. Esto, además, es estratégico, pues una franja de árboles paralela a los ríos impide que las personas vuelvan a instalarse en sus orillas. No se trata solo de cemento esta vez, por el contrario, las lluvias ya “plantaron” millones de árboles que podrían morir pisoteados por las obras de reconstrucción si no los tomamos en cuenta. Salvarlos es salvarnos.


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