08.MAY Miércoles, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Calle Cero; columna editorial de Cheka.

¿Cómo hace alguien al que no le gustan las fiestas ni las discotecas para celebrar su cumpleaños a lo grande? Esa pregunta dio millones de vueltas en mi cabeza desde que cumplí 17 años. Desde ese día ya planeaba cómo celebrar mi mayoría de edad sin asistir o verme obligado a entrar a una discoteca. La ansiedad de saber que amigos o familiares me invitarían a alguna de estas reuniones extrañas de gente que habla gritando porque la música está muy alta y el sudor se mezcla entre los asistentes con cada contacto con la persona de al lado, me hizo planear mi celebración a escondidas. Cuando llegó la víspera de mi cumpleaños número 18 empaqué unos jeans, una camiseta, ropa interior y un Play Station. Mi cumpleaños lo pasé solo, jugando por más de 16 horas títulos de videojuegos como PES o Tekken, con el celular apagado y desconectado del mundo. Ese fue uno de los pocos días en que desarrollé algo parecido a la pasión por algo que no era de mi interés: los videojuegos. Las victorias y los fracasos cuando de videojuegos se trata son cosa seria, jugar no es cosa de juegos. Un jugador serio se dedica de tal forma que vuelve el juego parte de su vida y se convierte en una constante que ronda su cabeza día tras día. Los gamers de hoy, o profesionales del juego serio, logran esa mezcla perfecta entre la diversión y la seriedad llevada al profesionalismo que hace que un juego se convierta en una disciplina. Hoy, años después voy a fiestas y discotecas en algunas ocasiones, pero extrañamente relaciono estas celebraciones con los videojuegos, con ese día en que me encerré a dedicarme a algo, a ganar y a perder, a jugar y tomarme en serio que lo que aparece en la pantalla mientras juegas es siempre un constante aprendizaje.


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