08.MAY Miércoles, 2024
Lima
Última actualización 08:39 pm
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Opinión

Calle Cero; columna editorial de Cheka.

Nuestro sentido del gusto se desarrolla desde el quinto mes en el que estamos dentro del vientre de nuestras madres. Nacemos hambrientos, y al nacer, eso es lo que hacemos: comer. Luego, y después de una serie de alimentos que pasan por nuestras bocas, nos enfocamos en el objetivo del buen comer. El acto de comer, por lo menos en Perú, suele ser itinerante. Y aunque en otros lugares se den hechos similares, nosotros tenemos un sello que nos hace únicos: podemos comer de pie, sentados, caminando, apoyados en una carretilla en la calle, en la barra de algún bar, en el césped, bajo una sombrilla en la playa, en el carro, y realizando una infinidad de cosas que desafían la concentración de hacer una cosa a la vez. ¿Cómo no podríamos comer en un lugar con miles de personas rodeándonos? De hecho, este es uno de los motivos que hacen que las ferias gastronómicas como Mistura tengan el éxito que se evidencia cada año. Y es que llevar comida a otros lugares es llevar cultura, es llevar una cucharada de tradición y usar el sabor como carta de presentación, es seguir con la aventura que empezamos desde que nacemos, saborear, oler, mirar. Nada tiene que ver la moda o los esnobismos cuando se trata de comer. La cantidad interminable de contenido gastronómico que tiene el Perú es una invitación –que se va convirtiendo en obligación– a reunir a los mejores en el arte de diseñar sabores, olores. Mistura nos entrega cada año una experiencia única que nos hace volcarnos a la explanada que ellos elijan para hacer lo que hemos hecho toda la vida, pero que de forma consciente nos entrega una experiencia vivencial, porque no hay nada más vivencial en el mundo que comer.

Christian Saurré
christian.saurre@peru21.com / @csaurre


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