Era evidente que estábamos ante algo distinto, ante la eclosión de un fuera de serie, de un músico que le está otorgando una nueva energía al rock, esa música que, por su naturaleza, debe sentirse joven (y visceral) aunque pasen los años.
Si bien la audiencia de la versión 2015 de Lollapalooza Chile la había pasado bien con las presentaciones de Molotov, The Kooks, Foster de People, St. Vincent, y había bailado hasta el sacrilegio del facilismo con Skrillex, lo de Jack White y sus músicos pinta como memorable.
La propia prensa chilena no se cansa de repetir que el de Jack White y sus compinches ha sido uno de los mejores shows vistos en todas las ediciones del Lollapalooza Chile, que este año celebró un lustro.
Porque este no fue un concierto solista, aunque la banda tenga el nombre de su genio creativo. No, el show de Jack White no solo se sustenta en su guitarra insana y alucinante, sino en un baterista –el morenaje Daru Jones– capaz de desafiar el talento instrumental de White.
Era alucinante ver cómo ambos se retaban, cómo vertían su adrenalina sobre el escenario (y sobre la gente) y cómo le sacaban unos sonidos desgarradores, bulliciosos, anárquicamente coordinados a sus benditos instrumentos.
Y sigamos con la banda, con esa belleza esmirriada llamada Lilie Mae Rische, la voz que secunda a White, la que pinta de melodía los gritos de John Anthony Gillis (así bautizaron a Jack al nacer), la que es capaz de hacerla conmovedora a pesar de su fiereza.
Lilie también es una competente violinista, un violín que, felizmente, no suena edulcorado sino a lo Cale, tan distorsionado como el de Velvet Undreground en 1967. Sí, ella es dulzura pura cuando canta, violencia encantadora cuando toma su violín (o cuando toma un cigarro, da una pitada, dos, tres, mira al público, y, luego, voltea con cierto desdén, porque el show está arriba, al lado de los monstruos con los que toca).
Sí, el recital de White y su banda nos conmovió porque sobre el escenario había un rock como el de antes, como el que nos legaron MC5, The Stooges, The Who, Led Zeppelin, Ramones y The Clash, rock de alma sesentera y setentera pero que hoy, en 2015, “smell(s) like a teen spirit”.
Hoy es el día de los gigantes de The Specials, y de bandas como Bastille, Kasabian, Cypress Hill, Robert Plant, Interpol y Kings of Lion, gente con renombre y cierto prestigio, incluso con una leyenda como Plant.
Ojalá alguno esté a la altura de Jack White, pero si así no resultase, no importa, después de lo vivido ayer esta travesía a Chile ya valió la pena.
Por Gonzalo Pajares Cruzado
Enviado especial
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