“Lo perdimos todo y nunca nos entregaron carpas ni módulos, como a otros”, reclama Guybel Carmona Llontop, mientras señala con la mirada el triste escenario en el que vive.
Para ella y su familia todo sigue igual desde que el 15 de agosto de 2007, cuando el terremoto de 7.9 grados azotó Ica, ensañándose con Pisco y Chincha, dejando 550 muertos y 76 mil casas destruidas.
Ella comparte una precaria habitación de plástico y esteras con su esposo y sus dos pequeñas hijas. A ellos nunca les llegó la reconstrucción, al igual que a miles de familias que ya llevan siete años aguardando la ayuda del Estado.
Lo mismo ocurre con la infraestructura. Por ejemplo, la iglesia San Clemente reabrió sus puertas hace dos años, pero la Municipalidad de Pisco sigue sin reconstruirse.
En Pisco y Chincha aún falta mucho por hacer. Si bien debe ser clara la presencia del Estado, también debe entrar a tallar la intención de la población de revertir su suerte.
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