En una coyuntura donde el último capítulo en la cadena de violencia contra la mujer es el feminicidio, una sobreviviente a un intento de feminicidio como la señora Rocío Chávez Miranda, de 48 años, es digna de admiración por su amor a la vida tras ocho años de abusos psicológicos y físicos. El responsable: su pareja. El hombre que decía amarla la puso al borde de la muerte.
Víctor Villano Huamán (47) hace honor a su apellido. Ella lo denuncia y no olvida su infierno. En el año 2009 se fueron a vivir juntos a la casa del padre de Rocío, en Los Olivos. Al inicio, no mostró señales de aquel sadismo. Parecía tímido y amable.
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“Años después me enteraría de su infancia infeliz… su padre le pegaba a su madre debido al alcohol. Incluso lo conocían como ‘El profe pegalón’. Hasta me repetía lo que su padre decía: ‘las mujeres deben ser sumisas y jamás denunciar’. Pero conmigo se equivocó”, cuenta Rocío.
La historia de amor se hizo añicos en medio de golpes, insultos y humillaciones. Ella perdonaba y lo hacía porque le tenía buena fe y voluntad hasta que la ironía más grande ocurrió en el año 2011.
“Aquel año me casé por religioso y debido su maltrato psicológico y al de su amante, una mujer que me enviaba fotos de ambos besándose y hasta me amenazaba de muerte, me sobrevino una hemorragia. Perdí a mi bebé y estuve al borde de la muerte. Un ser inocente pagó las consecuencias de su infidelidad”, recuerda triste y con la voz entrecortada.
Pero eso no es todo. A la perdida se sumó una hemorragia en el ojo izquierdo, y los dolores que hasta hoy persisten en su vientre y senos producto de las constantes patadas y puñetes de Villano.
Rocío sentía que vivía una pesadilla de la que solo quería despertar mientras que su aún esposo le rogaba de rodillas perdón. “Para entonces ya conocía como operaba… Me decía que se iba de viaje, pero en realidad se iba con otras mujeres. Mi buena fe y voluntad terminó en el 2013 cuando decido ponerle punto final”, cuenta.
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De pausado y sereno comportamiento, Rocío está segura que conseguirá justicia. “La justicia divina existe. Ese hombre vulneró todos mis derechos… pero la peor parte se la llevará él, condenado a su vida de sufrimiento”, dice firmemente.
Pero su pasado de terror le ha dejado no solo huellas en su cuerpo. Tiene el alma rota, dice: “Muchas veces me amenazó de muerte y le creo… él es un psicópata, cruel e indolente. ¿Quién será la próxima incauta?”. Teme que Villano la busque para conseguir lo que siempre quiso: matarla. “Por eso pido a las autoridades celeridad… no es posible que mi denuncia esté empolvándose”, suplica.
Perú21 buscó a Villano, pero fue imposible ubicarlo.
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Su sueño
Mientras la vida de Rocío empieza a tomar nuevos rumbos en Casa Vida Mujer donde se recupera psicológicamente y cuida de su hijo Sebastián (fruto de un compromiso anterior), sueña con emprender su negocio propio.
“Quiero abrir una empresa de buffets o una guardería para niños”, cuenta aunque también piensa pisa tierra y se esmera en contar que está postulando para ejercer su profesión como técnica en enfermería.
Llena de sueños y esperanzas, ella no se rinde.
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