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Opinión

Brasil, igual que sus vecinos, era el paraíso de la impunidad. Los políticos y contratistas robaban miles de millones de dólares sin recibir castigo. Antes de Lava Jato, solo 16 políticos poderosos habían sido condenados, 8 fueron castigados, y uno cumplía prisión.

Lava Jato, en 33 meses, ha condenado a 120 corruptos, entre políticos y empresarios, a 1,257 años de prisión, un promedio de 10 años por condena, y los juicios duran pocos meses.

Antes de liderar Lava Jato, el juez Sergio Moro estudió la exitosa experiencia italiana anticorrupción conocida como “Manos Limpias”, realizada en 1992, y aplicó las lecciones aprendidas al Brasil.

Según Moro, cinco elementos han permitido el éxito de esas dos experiencias: A). La independencia política de los fiscales y del Poder Judicial. B). La prisión preventiva temprana de los investigados. C). La negociación rigurosa de colaboraciones eficaces. D). La agilización de los procesos judiciales. E). El soporte activo de los medios y de la opinión pública.

El equipo de fiscales y jueces de la investigación es crítico: su honradez, liderazgo y competencia técnica. La suerte de Brasil es que la Fiscalía logró conformar un equipo con profesionales jóvenes y altamente calificados que hoy conducen Lava Jato.

Para la suerte de los países vecinos, ya no es necesario reinventar la rueda. Las experiencias de Italia y Brasil muestran cómo hacerlo. Lava Jato ya ofreció soporte técnico a países que desean combatir la corrupción. El buen uso de esas lecciones dependerá de las voluntades políticas locales.


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