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Opinión

PISA se asocia a lo académico. Pero hay algunas preguntas que exploran cuánto sienten los chicos que la escuela los prepara para la vida adulta o si es una pérdida de tiempo. Podríamos esperar que quienes más contentos están con el colegio tienen las mejores notas.

Pues no. No hay ninguna correlación entre esas dos variables. Que un alumno tenga excelentes notas no dice nada de su vínculo con su escuela. Puede estar muy contento con ella o despreciarla. Lo mismo ocurre con los malos estudiantes.

En otras palabras, para un número importante de chicos con buenos desempeños académicos, la escuela es un trámite que hay que realizar, que no necesariamente enseña cosas importantes y que en el mundo fuera de ella hay mucho más y más interesantes recursos para el futuro.

Vale decir, las redes informales y el espíritu autodidacta se imponen. Los jóvenes no delegan en las instituciones educativas su enriquecimiento académico ni personal. Uno no se divierte en lugares que no respeta o en los que no cree. ¿Por qué esos chicos, más adelante, respetarían y creerían en otras instituciones?

La experiencia ciudadana se da dentro de instituciones y protocolos formales. Uno elige y se siente representado —aunque no haya sido por quien votamos— a los que gobiernan y a los que legislan, acepta los fallos de jueces en los que cree —aunque no nos den la razón—, traslada a la policía la lucha contra quienes transgreden, compra productos que sirven a empresas transparentes.

Todo lo anterior se basa en confianza. Si no hay, la gente tiende a autoenseñarse, autogobernarse, autodefenderse. En el límite, eso se llama anarquía.


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