16.ABR Martes, 2024
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Opinión

El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) cumple tres años y el balance, positivo en nuestra opinión, merece reflexiones, cumplidos y algunas críticas constructivas.

El Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) cumple tres años y el balance, positivo en nuestra opinión, merece reflexiones, cumplidos y algunas críticas constructivas.

Lo primero es aclarar la necesidad de dicho ministerio. Para un país que crece a tasas –relativamente– altas, reducir la pobreza (y sobre todo la extrema) y la desigualdad es casi una obligación política y social. Creyendo en el fomento de una cultura de esfuerzo y de trabajo individual como principal vía al desarrollo (más de una vez critiqué los programas con fines sociales), la realidad es que hay una parte de la población que vive en condiciones que exigen un mínimo colchón y ciertos resortes que les permitan salir de aquel espiral negativo. Amplia experiencia verifica esta realidad.

La queja de algunos es doble: por un lado, la capacidad de crear asistencialismo con fines políticos, y, por otro, que dicho asistencialismo dé como resultado una población adicta a las dádivas estatales. Ambas críticas pueden ser justificadas en cierta medida, pero esa no es la realidad de la gran mayoría de pobres extremos. Más aún cuando comparamos el monto de estos proyectos frente al presupuesto total.

Lo segundo es que estas políticas son, en gran medida, la razón detrás de la reducción de pobreza extrema del 25% al 5% actual. La reducción de pobreza requiere de crecimiento económico (que es responsable en un 75% de esta), pero la extrema requiere de mucho más. A esa población es que deben dirigirse estos programas.

Y aquí es donde hay que felicitar al gobierno. Después de tres años, no podemos negar que el Midis se ha mantenido más en el plano técnico que en el político. Sí, nuestra primera dama no pierde ocasión de ganarse alguito, pero lo cierto es que el ministerio ha sido manejado por técnicos y los programas se guían bajo estándares globales.

Finalmente, podemos apuntar algunas críticas constructivas; la principal es implementar –como norma– el uso de programas pilotos, antes de cualquier ejercicio a escala nacional, y por un periodo mínimo que permita subsanar problemas no calculados.


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