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Opinión

“Debe saberse en toda su magnitud para que no vuelvan a gobernarnos aventureros”.

La línea de defensa de los Humala-Heredia está clara. Victimizarse, politizar, responsabilizar, antagonizar con su máximo enemigo de las siglas AG, desconocer que las interceptaciones y escuchas telefónicas a sus allegados fueron autorizadas por un juez. Además, descalificar el contenido de esas conversaciones porque pasaron 7 años, antes que se corroborara que se sobornó testigos del caso Madre Mía, que su máximo hombre de confianza Amílcar Gómez Amasifuén fue clave en el cambio de versión de Jorge Ávila, hermano de una de las desaparecidas por orden del capitán Carlos.

Menú defensivo interesante para su plana de abogados. Sin embargo, lo único que no pueden negar es que es la voz de Ollanta y, por consiguiente, son las conversaciones de él y su círculo más estrecho con el que gobernó el país 5 años. Que Alan García estaba al tanto del contenido de esas conversaciones no suena descabellado. Que responsabilicen al ex ministro del Interior Gral. ® Miguel Hidalgo y al ex jefe de la Policía Gral. ® Morán por mantener en secreto estas conversaciones que revelan actos delictivos, pero lo que el país no puede aceptar es que queden sin castigo quienes cometieron delitos contra los derechos humanos.

Hay certezas respecto a cómo actuó el capitán Carlos en Madre Mía. Los delitos de otros no lavan los propios. Tenemos la convicción de que hay elementos de revancha política que convergen en estas revelaciones, pero, como peruanos, tenemos derecho a la verdad.

Debe saberse en toda su magnitud para que no vuelvan a gobernarnos aventureros que representen el abuso contra los derechos humanos, corrupción y una ambición cínica sin límites.


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