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Opinión

Compartir el uso del espacio, hacer buen uso del mismo, significa compartir la ciudad. Y eso es contribuir a hacer de nosotros una mejor sociedad.

Urbanista

Siempre ha habido una suerte de desprecio hacia las personas que consumen comida en los espacios públicos, un rechazo usualmente sazonado con discriminación (¿recuerdan la canción: “cebiche en bolsa y sopa en botellón”?). De hecho, una encuesta de Ipsos del año pasado evidenciaba la oposición de un grupo importante de ciudadanos respecto a comer en los parques. Hace seis años, cuando mi hija cumplió su primer año, hicimos un picnic de cumpleaños en un parque del malecón. Un sereno se acercó a nosotros, alertado por una vecina que le había avisado que “había gente comiendo en el parque”, como si eso fuera una acción que mereciera ser evitada, como tirar basura a la calle o robar un celular.

Seis años después, mi familia ha celebrado los cumpleaños de mis dos hijos en distintos parques de la ciudad y organizado muchos picnics casuales con amigos y familia. Con gusto, vemos que cada vez son más los grupos de personas que se animan a disfrutar de sus espacios públicos y organizan reuniones, celebran acontecimientos y deciden pasarla bien, saliendo a un parque a pasear y llevando comida con ellos. ¡Y eso no tiene nada de malo! Al contrario, los espacios públicos se vuelven más seguros, llenos de vida, más vibrantes y, en general, mejores.

Aún falta comprender que comer sentado en un jardín no es una actitud que hay que desincentivar. Al contrario, los gobiernos locales harían bien en fomentar el uso de sus parques, ya sean estos simples parques de barrio o grandes parques metropolitanos. Algunos distritos lo hacen ya y otros persisten en instalar los absurdos letreros de “prohibido pisar el césped” o perseguir a los que montan skate, juegan a la pelota o bailan en grupo. Sin embargo, poco a poco, los ciudadanos nos vamos dando cuenta de que vivir en comunidad es, justamente, un acto de compartir. Compartir el uso del espacio, hacer buen uso del mismo –sin maltratarlo ni ensuciarlo–, significa compartir la ciudad. Y eso es contribuir a hacer de nosotros una mejor sociedad.

Así que no tenga miedo en salir a usar su parque y no solo vaya a pasear o a que sus hijos jueguen. Anímense y lleven una mantita y algo para comer. Y si su sereno distrital no está muy contento, muéstrele esta columna, que, uno a uno, iremos transformando nuestros distritos en lugares donde la pasaremos bien y donde nos da gusto vivir. Nosotros hoy descansaremos del picnic de cumpleaños que le hemos celebrado ayer a Amadeo en un parque por sus tres años. Ayer todos los que fuimos, chicos y grandes, la pasamos genial.


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