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Opinión

“Nuestros índices de anemia son tan altos, con más del 40% de bebés entre 6 meses y 3 años afectados con esta deficiencia en 2016”.

Las ocasiones en las que he entrado a algún colegio público durante los recreos he visto siempre a niños comiendo golosinas y “panchos” (salchichas ensartadas en un palito) con bastante mayonesa, y a solo 1 sol, cómo no. Comer porquerías es delicioso, seamos honestos. Me río un poquito (disculpen) cuando una mamá dice orgullosa que a sus hijitos les encanta el brócoli y que ella les dice que son arbolitos. Qué lindo, pero lamentablemente la mayoría de niños prefiere empujarse una hamburguesa con papas y su gaseosa bien dulce, y si pueden quitarle el tomate y la lechuga, mejor. Por eso la batalla contra la comida chatarra, colorida y deliciosa es cada vez más dura, y en muchos países del mundo. Una profesora que conocí en Estados Unidos me comentaba que el gobierno (Obama entonces, claro…) estaba haciendo una fuerte campaña para que los niños de colegios públicos conocieran las verduras, porque de tanto comer procesados ya no distinguen una zanahoria de un tomate, si les muestran un par de imágenes. Este drama, naturalmente, era mayor entre la niñez de menores recursos. Y es que comer sano es, casi siempre, más caro. Por eso nuestros índices de anemia son tan altos, con más del 40% de bebés entre 6 meses y 3 años afectados con esta deficiencia en 2016, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar del INEI.

Esta situación hace que sea doblemente irresponsable el afán del oficialismo de eliminar la ley actual de fomento a la alimentación saludable de niños y adolescentes, con una propuesta presentada por Salvador Heresi el año pasado, firmada por Mercedes Aráoz, Carlos Bruce y demás aliados. El reglamento de la Ley 30021 no ha sido aprobado y continúa retenido en la PCM, mientras sus detractores siguen presionando para bajarse una serie de artículos que no le convienen a la industria de alimentos procesados y que tienen que ver, oh sorpresa, con el etiquetado, la letra chica y demás mañoserías que ya están obsoletas si nos comparamos con Chile, cuya ley de Composición Nutricional de los Alimentos y su Publicidad ha sido aceptada por más del 90% de la población.

“Se quiere castigar a la industria”, dicen los agremiados, indignados. Si la industria tiene que ser castigada, que se sobe. El consumidor no tiene por qué pagar pato, y menos si se trata de gente sin recursos para informarse o elegir. Y perdonen, pero yo estoy segura de que entre los ppkausas firmantes nadie elige comprar leche Pura Vida, por ejemplo, ni margarina, y menos “panchos”, porque una cosa es el mercantilismo y otra muy distinta el buen gusto, más cuando se tienen los medios.


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