14.DIC Sábado, 2024
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Opinión

“Muchas APP, como las Interoceánicas, el Gasoducto, Rutas de Lima y Línea Amarilla han sido una estafa para el Perú”.

Las APP son asociaciones público privadas y pueden ser una gran herramienta para construir y operar infraestructura pública. En esencia, en una APP un privado pone la plata para construir la obra y luego recibe una concesión pública que le permite recuperar su inversión. El privado podría también ser más eficiente y reducir el riesgo del proyecto. Así, en teoría, las APP le podrían permitir al Estado construir obras más rápido, con mayor eficiencia y menor riesgo.

Hasta ahí todo es color de rosa. Pero, muchas APP, como las Interoceánicas, el Gasoducto, Rutas de Lima y Línea Amarilla han sido una estafa para el Perú. Y lo han sido porque los privados han puesto muy poco de la suya pero vaya que se han llenado los bolsillos en el usufructo de las concesiones. ¿Para qué se necesita una APP si el Estado financia la obra?

Me rectifico por preguntar, en mi columna pasada, “¿Habrá tenido que ver el encuentro en Cade entre S. Piñera, con intereses en KW, y F. Molinelli del MTC?” y escribir “faenón para KW”. No hay prueba objetiva que Molinelli haya negociado con Piñera la adenda de Chinchero ni he querido sugerir corrupción por parte de Kuntur Wasi. Me disculpo con Molinelli y KW. Pero, es mi firme opinión que la adenda de Chinchero es en extremo lesiva y que causa un daño devastador al esquema de APP.

Una razón por la que las APP no funcionan bien es porque el análisis técnico ha importado muy poco. O bien se eximen las APP de filtros como el SNIP (Interoceánica), o se “inventan” demandas y ofertas (Gasoducto), o se crean monopolios que suben tarifas sin mejorar servicio (Rutas de Lima), o se ignoran olímpicamente las objeciones de los técnicos de Ositran a las adendas (Chinchero).

R. Lago me contó una anécdota muy pertinente del economista ruso Vladimir Mau. Luego de la desintegración de la U. Soviética, Vladimir daba conferencias sobre la transición a la economía de mercado; y cuando algún político le decía que estaba de acuerdo con el mercado y la privatización pero adaptado a las características del país, como en muchas de las APP peruanas, Vladimir rumiaba: “éste se quiere robar algo”. Pienso igual cuando se rehúye el debate diciendo “éste es un tema técnico” porque es más bien el análisis técnico el que brilla por su ausencia.

Las APP no son una bala mágica que erradica la corrupción, ni la ineficiencia, ni el afán inmoral de algunos de querer utilizar la plata del ciudadano en beneficio propio o de sus amigotes. ¿Cómo así Manuel Odría fue capaz de construir el Rebagliatti, la Atarjea, y cientos de escuelas sin APP?


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