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Opinión

“En el populismo, las nuevas noticias impactantes hacen que se olviden las anteriores”.

En el populismo, las nuevas noticias impactantes hacen que se olviden las anteriores noticias impactantes. Por eso, insistamos en lo importante (incluso fundamental) que es la relación de Trump con Rusia.

Michael Flynn, su consejero de Seguridad Nacional, tuvo varias conversaciones con el embajador ruso Sergey Kislyak, aunque inicialmente se negó. Tuvo que renunciar.

Jeff Sessions, durante su careo en el Senado como nuevo fiscal general nombrado por Trump, también negó tener conocimiento alguno sobre reuniones con diplomáticos rusos durante la campaña. Apenas asumió funciones, empezó precisamente a dirigir esta investigación. Pronto, la prensa reveló que Sessions no tuvo una sino dos reuniones con el embajador ruso. Mentir es una “pendejada” latinoamericana que pasa desapercibida, pero es la columna central de la democracia norteamericana y un delito. En su Alabama natal, The American Civil Liberties Union lo demandó por incurrir en falso testimonio ante el Senado. La demanda está en proceso. Al verse descubierto, Sessions se retiró de conocer la investigación de las relaciones de Trump con Rusia.

Como la olla se destapó, otros personeros de la campaña de Trump (J.D. Gordon, Carter Page y Walid Phares) declararon espontáneamente haber tenido conversaciones “ingenuas” con el embajador ruso.

Quizá los encuentros de representantes de Trump con los rusos hayan sido edulcorados, y fuera de compartir un jugo de zanahoria con nabo, no haya pasado nada. Pero cuando se trata de la primera potencia del mundo, se deben aplicar dos proverbios centrales. Primero, “es bueno confiar, pero mejor es desconfiar” y, el segundo, el clásico y tan conocido: si el río suena…


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