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Opinión

El crecimiento económico se mide a través de los aumentos en el PBI. El desarrollo consiste en mejorar sustantivamente el bienestar de la población. Están conectados, pero no son iguales. Veamos algunas cifras. Durante el gobierno de Toledo (2001-06), la economía creció, en promedio, 4.7% anual. Luego, con García (2006-11) se creció a una tasa de 7.2%, mientras que con Humala se logró solo una tasa de 4.5% anual. Compárelas con cualquier país y verá que son altas.

A pesar de las cifras, a las que se podría sumar la estabilidad monetaria, ninguno de los tres siquiera pudo poner un candidato en la siguiente elección presidencial y mantuvieron bajos niveles de aprobación. ¿Por qué?

Lo que sucede es que una cosa son los resultados económicos, medidos por la evolución del PBI, la inflación y las cuentas externas, y otra, los resultados sociales o bienestar. Lo que los ciudadanos buscan es elevar su calidad de vida. Decir que “la economía creció” suena muy lejano para la mayoría de personas y no significa casi nada concreto ni tampoco un motivo de celebración. Por eso los gobiernos terminan desacreditados. No logran reflejar las cifras económicas en los ciudadanos de a pie. Construyen los cimientos, pero muy poco sobre ellos.

El objetivo de un país es el desarrollo y no solo el crecimiento. Hay muchos países que crecen menos, pero su población “vive mejor”. La llave está en el Estado y en las instituciones. La provisión de educación y salud públicas de calidad, seguridad ciudadana, igualdad de oportunidades para todos deben ser los objetivos.


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