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Opinión

Cuando nos hablan de Internet o medios digitales, suele pasar que pensamos en alguien muy joven. Hace unas semanas estuvo en Lima el conocido periodista Jeff Jarvis (EE.UU.), quien a sus 63 años es considerado un gurú de Internet y redes sociales.

El profesor universitario y también director del portal Buzzmachine participó en un encuentro con periodistas latinoamericanos donde lanzó algunas reflexiones para invitarnos a mantener con vida el ejercicio del periodismo y desarrollar nuevos medios y mejores contenidos a partir del concepto de servicio.

Jarvis ha vivido el cambio de plataformas, los cambios en el consumo de información y medios, la crisis de los medios impresos en Estados Unidos y, por eso mismo, sabe que la clave de la sobrevivencia está en trabajar en una reinvención, en el desarrollo de nuevos esquemas de producción y financiamiento de medios, de la mano de un cambio de chip en los periodistas.

Durante muchos años, quienes hemos trabajado en un medio de comunicación nos hemos comportado como los dueños de la verdad o como los que sabemos a ciencia cierta lo que importa y lo que debe saber nuestro público. A veces, incluso, nuestros temas de interés, nuestra agenda, los sentimos muy por encima de las preocupaciones e intereses reales de la sociedad.

Partiendo de ello, el profesor Jarvis promueve salir de ese esquema, cambiar el paradigma y habla de periodismo social, uno que parte del escuchar al público, verlo, analizarlo y comprenderlo; con la tecnología tenemos oportunidades de “tener conversaciones reales que antes no podíamos tener”. Él incluso ha desarrollado la especialidad de Periodismo Social en el posgrado de CUNY, la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

Traigo esta reflexión porque el buzón de la Defensoría del Lector recibió en los últimos días mensajes de varias ciudades del país en los que quienes nos escriben en el fondo nos están diciendo “hey, escúchenos, no están informando sobre esto, ¿acaso no lo ven? Si los periodistas no nos hacen caso, a quiénes vamos a acudir”.

Desde la falta de respeto a las normas de convivencia en condominios y vecinos que preguntan si hay normas a las que se puede invocar, o ensayos y fiestas bulliciosas en horas que la mayor parte de la población descansa, esquinas y calles detectadas como lugares de venta de drogas ilegales a vista de serenazgo, hasta reclamos infinitos a alguna empresa de servicios y la lentitud en la construcción de un puente en una provincia que no solo perjudica el tránsito sino que se presta a intuir un problema de corrupción.

No se trata de hacer de cada comunicación una historia, pero hay que seguirlas, leerlas con atención y detectar dónde están las necesidades informativas de la gente, pensando en cómo servir mejor a la comunidad. La restricción del espacio en el papel ya no sirve como excusa.


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