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Lo bueno y lo malo de Mistura 2010

Viernes 17 de septiembre del 2010 | 10:04

En solo tres años, se ha convertido en el evento sociocultural más importante del país. Aquí nuestras apreciaciones de su reciente edición.

El festival gastronómico ofreció carnes para todos los gustos. (Reuters)
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Por Gonzalo Pajares

En solo tres años, Mistura se ha convertido en el evento sociocultural –y no solo gastronómico– más importante del país. Aquí nuestras apreciaciones de su reciente edición.

NOS GUSTÓ – Que haya sido una fiesta para todos, un reencuentro de los peruanos de todo el país y una ventana de nuestras bondades hacia el mundo.

- El Mercado y sus campesinos, los campesinos y sus papas, las papas y sus coloridos sabores; los productores de todo el Perú reunidos en un solo lugar y mostrando sus frutas y semillas, sus quesos y mieles, sus mermeladas y cafés, etcétera.

- Que algunos hayan empezado la industrialización de sus productos. Basta ya de solo vender materias primas.

- El Munaypan y las variedades infinitas de panes peruanos, un secreto escondido que se debe convertir en tesoro para el mundo.

- Los salones del Café y del Chocolate, porque ya era tiempo de que lo mejor que producimos también lo consumamos nosotros (y, claro, también lo compartamos… la cocina es siempre generosa).

- Las Cocinas Rústicas, porque fue el escenario para reconocer de una vez que, por ejemplo, la pachamanca es un producto gourmet.

- Los Restaurantes de Culto, porque no hay mejores homenajes que los que se dan en vida, y Javier Wong y Humberto Sato son dos genios de la cocina.

- El Salón Creatividad, porque allí pudimos saciarnos con las lecciones de maestros de la talla de Massimo Bottura y Pedro Subijana, y, además, comprobar que nuestros cocineros tan lejos de ellos no están.

NO NOS GUSTÓ – El local. Desde que cerraron la Feria del Pacífico, Lima no cuenta con un “campo ferial’ decente y bien ubicado. Y toda urbe que se respete debe tener un lugar para sus ferias. No es culpa de los organizadores de Mistura que esto suceda, pero las quejas por las colas y demás contratiempos tienen su origen en el inadecuado local.

- Si el local es “pequeño’ e incómodo, se debió limitar el número de visitantes. Así las colas hubiesen sido menores, y los visitantes se hubiesen sentido mejor tratados. Apega anunció un límite de 25 mil visitantes por día, es decir, 150 mil para todo Mistura. ¿Cómo llegamos a 200 mil visitantes? Si bien el volumen de visitas es sinónimo de éxito, lo es aún más si los asistentes salen satisfechos. Calidad y cantidad debieron ir de la mano.

- El desorden en la venta de entradas. El mayor porcentaje se debió ofertar en preventa. Y, los días de Mistura, la venta se debió descentralizar (lo anunciaron, pero los Teleticket decían otra cosa) y no concentrarla en el Centro Cívico y en el Campo de Marte. Apega ofreció evitar las colas… las hubo hasta de tres horas y media.

- La escasísima señalización. Uno entraba a Mistura y no sabía hacia dónde ir.

- El Rincón del Pisco debió ser un verdadero espacio integrador y pisquero, y no estar en manos de un supermercado y de unos cuantos productores. Un buen pisco no es menos que un cebiche o un lomo saltado.