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Tarata: La guerra interna, ¿reflexión o juego?

Jueves 24 de septiembre del 2009 | 07:37

El filme dirigido por Fabrizio Aguilar, gira en torno al atentado ocurrido en la homónima calle miraflorina, en 1992. A pesar de contar con una estructura narrativa clásica, quedan muchos cabos sueltos en el guión.

Actuación irregular. Gisela Valcárcel interpreta un rol complicado para su inexperiencia actoral. (Difusión)
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Por Alonso Izaguirre

Estructuras narrativas clásicas, con personajes delineados psicológicamente e historias “redonditas’, libres de cualquier complejidad que distraiga la paciencia del espectador. Este es el cine peruano que la cartelera comercial nos da. Hay intentos aislados que quieren romper con esa ideología –porque lo es– del cine narrativo como único camino, pero son muy pocos y andan muy dispersos.

Tarata es el nuevo filme local que no se diferencia mucho de algunos largometrajes peruanos estrenados en las últimas dos décadas. Salvo por el hecho de que ahora se ha puesto de moda explotar cinematográficamente los años de la violencia interna. El dolor, el fanatismo y la violencia irracional de aquellos oscuros años son ahora acomodados, las más de las veces, en películas funcionales e ilustrativas que trivializan, absurdamente, el complicadísimo tema de la guerra interna.

DRAMA HOGAREÑO. La nueva película de Fabrizio Aguilar –el mismo de _Paloma de papel_– toma como pretexto el atentado de Sendero cometido en julio de 1992 en la calle Tarata, de Miraflores, para mostrarnos la descomposición de una familia clasemediera que se ve afectada directamente por el atentado y, por extensión, por la feroz guerra interna que atravesaba el país en esos años.

Y usamos la palabra pretexto porque es así como vemos lo que, supuestamente, es el clímax del filme: la explosión del coche bomba. ¿Hay algún cambio sustancial en los personajes después de este hecho? Salvo Claudia –Gisela Valcárcel actuando de ella misma–, esa ama de casa irritable que se entristece más por la muerte de su amiga, los demás parecen seguir en sus mundos propios, casi como zombis.

En Tarata aflora, por los cuatro costados, el mensaje que nos deja bien en claro que “todos’ nos vimos afectados por el conflicto iniciado por Sendero. Pero, ¿dónde está el trabajo con la imagen? Es explícita la paradoja que el largometraje nos entrega hacia el final cuando Claudia, tras la detención de su esposo, Daniel –Miguel Iza–, acaba siendo una víctima directa del terror de esos días y es colocada en el mismo nivel de Rosa –Liliana Trujillo, impecable en su labor actoral–, la ex empleada del hogar a la que despide por sospechar que es una terrorista.

Y si se elige narrar al estilo clásico una historia como la de Tarata, suponemos que no deben quedar cabos sueltos. Entonces, ¿alguien tiene una explicación lógica de por qué Daniel calla por tantos días la detención del hijo de Rosa, o cómo Claudia, de un momento a otro, desconfía tan radicalmente de su empleada?

FICHA TÉCNICA:

  • Dirección: Fabrizio Aguilar.
  • Guión: Sol Pérez, F. Aguilar.
  • Elenco: Gisela Valcárcel, Miguel Iza, Liliana Trujillo.
  • Música: Antonio Gervasoni.