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Woodstock, el fin del sueño hippie

Domingo 16 de agosto del 2009 | 11:30

Del 15 al 18 de agosto de 1969 se celebró el Festival de Música y Arte de Woodstock. Cuarenta años después, ¿queda algo de ese espíritu libre?

Jimi Hendrix ante medio millón de oyentes, la mañana de un lunes 18 agosto de 1969.
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Por Eliana Fry

Érase una vez, hace cuarenta años, un jovenzuelo de 24 años de edad llamado Michael Lang. Él, con un poco de ayuda de tres amigos suyos, consiguió erigir el festival de música más trascendental que se recuerde: el Festival de Música y Arte de Woodstock. Tres días de amor, música y paz eran la consigna.

Corría el año 1969. El hombre había conquistado la luna y Estados Unidos estaba convulsionada por una generación de jóvenes melenudos, vestidos de pies a cabeza con batik y calzando sandalias franciscanas, quienes ya habían sacudido a la sociedad con sus conceptos de amor libre y tendencias feministas.

Pero ahora, esa misma generación, muchas veces subestimada, pretendía rechazar una de las políticas gubernamentales más controversiales: la guerra de Vietnam, donde miles de jóvenes luchaban y morían al parecer sin razón alguna. La música y la comunión que sus padres no podían lograr, serían la mejor forma de protesta.

Cierto es que Lang no se propuso realizar el festival para renegar contra la guerra. Él solo quería reunir la mejor constelación de estrellas de la música y, claro, hacer algo de dinero. Y aunque esperaba la presencia de 50 mil asistentes, sabía perfectamente que tanto los artistas (casi todos comprometidos en causa políticas y sociales) como el casi medio millón de personas que finalmente llegaron, usarían el festival como una plataforma para levantar su voz.

WOODSTOCK NO FUE EN WOODSTOCK. Cuando ya todo estaba listo surgieron problemas con la alcaldía del pueblo de Woodstcok, quienes se negaron rotundamente a prestar su tranquila comunidad para que un grupo de ‘rebeldes’ hiciese de las suyas e influyera negativamente en los adolescentes que vivían en aquellas armoniosas casas cercadas por rejas de madera blanca.

Así, Lang consiguió hacer el concierto en un campo de 600 acres en Bethel, propiedad de un granjero productor de leche llamado Max Yasgur. En un inicio, el granjero recibió amenazas de algunos vecinos suyos, pero fue su hijo Sam quien lo convenció de hacerlo.

“Ustedes han demostrado al mundo que medio millón de jóvenes se pueden reunir y tener tres días de diversión, música y no tener más nada que diversión y música y que Dios los bendiga por eso”, dijo Yasgur cuando los organizadores le permitieron dirigirse al público que rabió en aplausos en forma de agradecimiento.

Como lo evidencia el documental ganador de un premio Oscar en 1970, dirigido por Michael Wadleigh con la colaboración de Martin Scorsese y Thelma Schoonmaker, tanto las autoridades y los vecinos resaltaron las cualidades de esos jóvenes que un inicio creían unos monstruos.

CANTA EL ALMA Y EL ESPÍRITU. Richie Havens, vestido de túnica blanca, abrió el festival un viernes 15 de agosto, cerca de las cinco de la tarde. En el escenario era solo él, un banco de madera y su guitarra acústica. Pero no necesitó nada más para enloquecer al público, especialmente cuando cantó Freedom.

“Esta noche cantaremos un millón de canciones. Todas son canciones sobre lo mismo. Espero que sea lo que vinieron a escuchar. En verdad todas son canciones sobre ustedes, nosotros y todos los que están en el escenario y en camino. Mañana habrá gente que leerá sobre esto y sabrá lo maravillosos que estuvieron ustedes. El mundo entero sabrá lo grandioso que es esto”, dijo Havens. Tenía razón.

Luego vendría la bendición de un asombrado Sri Swami Satchidananda, uno de los maestros de yoga más venerados del siglo XX, quien no podía creer que esos cientos de miles de jóvenes eran ‘americanos’ y que en nada se parecían a la imagen encopetada que en oriente se habían hecho sobre la juventud de Estados Unidos.

Son también inolvidables las presentaciones de Country Joe, quien con su Give me and F expresó sin tapujos lo que opinaba sobre Vietnam. Luego siguieron Ravi Shankar, Arlo Guthrie, una embarazada Joan Baez, Santana, The Who, Jefferson Airplane, Janis Joplin, Canned Heat, Sly & The Family Stone, Grateful Dead, The Band, Blood, Sweat & Tears, Jhonny Winter, Crosby, Stills, Nash & Young, Paul Butterfield Blues y, cerrando con broche de oro, Jimi Hendrix, quien interpretó una versión eléctrica y desenfadada del himno estadounidense.

NADA QUEDA. La lista de presentaciones es larga. Muchas de los integrantes de esas bandas están ya tres metros bajo tierra. Sin embargo, su enseñanza fue clara pues más allá de los estereotipos que ese verano del amor pudo haber dejado, todo en esos días se trataba de comunión, de armonía, de naturaleza, de amor, de paz, un monosílabo tan sencillo que ahora ya no provoca mayores sensaciones en nosotros y hasta nos suena absurdo.

Con el fin de Woodstock se acabaron los sueños, las luchas sociales y el proceso de transformación y evolución interna. Tal vez ahora, cuarenta años después, valga la pena olvidar los clichés y preguntarnos por qué ya no podemos volver a ser una generación como aquella.

DATOS

  • Por el aniversario se ha reeditado una nueva edición en DVD de la película del concierto, un CD remasterizado, la comedia de rock “n” roll “Taking Woodstock” del director chino Ang Lee y las memorias del promotor Michael Lang.

  • En Bethel se erige ahora un museo sobre el Festival. Ha registrado más de 70.000 visitantes desde hace un año, gran parte de ellos estudiantes universitarios que nacieron mucho después de Woodstock. “Es casi una peregrinación”, dijo Wade Lawrence, director del Museo.