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Dos años después del sismo, Pisco aún vive entre ruinas

Miércoles 12 de agosto del 2009 | 07:01

Aunque han pasado 24 meses del desastre, todavía hay gente que duerme en carpas. Población culpa al alcalde provincial y al Gobierno por la demora en la reconstrucción.

El terremoto destruyó el 70% de las viviendas de Pisco y, desde entonces, la reconstrucción ha sido lenta. (Frecuencia Latina)
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Por Óscar Miranda/Enviado especial a Pisco

Rosa Cabrera (65) siente miedo al acostarse por las noches. En ocasiones, mientras ella y su familia tratan de conciliar el sueño, dentro de las casuchas de plástico que han instalado a un lado del Estadio Municipal de Pisco, oyen las pisadas de los fumones del barrio merodeando a ver qué pueden robarse. Ese es uno de los problemas de vivir en la calle. El otro es el frío. El frío no atemoriza a Rosa, pero sí le cierra el pecho y obliga a sus hijas a corretear con los bebés al centro de salud todas las semanas.

Anoche llovió y hubo que poner cartones para que no se mojara todo. Así no se puede vivir, dice Rosa, con el gesto amargo de quien hace tiempo perdió las esperanzas. El mismo gesto que lleva colgado en la cara hace exactamente 726 días, cuando la ciudad entera se vino abajo.

Han pasado dos años y, por estas calles, la respuesta de la gente es la misma: aquí todo sigue igual, señor, ¿no lo ve? El terremoto del 15 de agosto de 2007 destruyó el 70% de las viviendas de Pisco y, desde entonces, la reconstrucción ha avanzado a un paso tan lento que, a estas alturas, ya nadie cree en nada.

“El otro día estuvo acá el ministro de Vivienda”, cuenta Guillermo Moyano (70), quien habita un módulo de segunda mano en Pisco Playa. “Le ha echado el pato al alcalde; dice que el Gobierno le ha dado plata al alcalde y que el alcalde no ha hecho nada. Pero el alcalde dice que no le han dado nada”. ¿A quién le cree?, le preguntamos. “Todos dicen mentiras”, sentencia.

MÁS PROMESAS. A su alrededor, en la calle Manuel Pardo, a unos metros de la playa, casi nada queda del viejo barrio de casonas del que los vecinos se enorgullecían. Pisco Playa es un barrio bravo, asentado sobre un viejo balneario, y quizás por eso –afirman sus habitantes– han sido marginados en la reconstrucción. “En otros lados han construido ya, pero acá nada, señor”, dice Fátima Moyano, hija de don Guillermo. Frente a ella, en el terreno de la que fue la iglesia San Francisco de Asís, el padre José ha levantado una capilla hecha de carrizos con ayuda de la comunidad.

Allí estuvo precisamente el ministro de Vivienda, Francis Allison, el pasado viernes. El Gobierno, en un aniversario más, sin casi ningún logro real que mostrar, se limitó a ofrecer nuevamente promesas.

ZONA BOMBARDEADA. Pese a lo que piensa Fátima Moyano, en otras zonas de Pisco las cosas no están mucho mejor. No hay una sola calle en la ciudad en la que uno pueda decir “siquiera esta ha sido reconstruida totalmente”.

En ciertas zonas, parece que el terremoto se hubiera producido ayer o anteayer. Un periodista del lugar comenta que la única diferencia con el panorama de hace dos años es que no hay escombros. En verdad, hay algunos edificios y casas nuevas, pero parecen ser el fruto de esfuerzos individuales, quizá créditos familiares de quienes se cansaron de esperar el apoyo estatal.

Lo peor es que, desde hace aproximadamente un mes, el municipio ha iniciado obras de saneamiento en casi todas las avenidas y calles principales, de modo que la ciudad está asfixiada por el tráfico y recorrerla a pie significa, inevitablemente, tragar polvo y enterrarse los zapatos. Las mayores molestias, claro, las perciben los foráneos. A los pisqueños, lo que más les importa es que haya viviendas de una buena vez.

A unas manzanas del módulo de los Moyano, en la primera cuadra de la calle Muelle, está el vetusto ómnibus donde Julia Camacho (69) pasa todos los días desde hace un año y medio. Sí, leyó bien, Julia vive en el ómnibus. El sismo no dejó nada de la casona de 300 metros cuadrados que había heredado de su familia, y ella y sus tres hijas tuvieron que arreglárselas durmiendo en la calle y, desde fines del año 2007, en el viejo vehículo que un sobrino consiguió de una fábrica y que, hasta entonces, servía para trasladar al personal.

“El alcalde vino el año pasado y nos prometió que nos daría un módulo más. A mí me dieron un módulo, pero se lo di a mi hija, que vive ahí con mis nietos. Yo solo tengo el bus”, refiere.

QUIEREN VER AL PRESIDENTE. Aunque la mayoría de pisqueños parece dirigir sus mayores reproches a su alcalde provincial, Juan Mendoza, también critican que el Gobierno Central se limite a repetir que ya dio los recursos y que las autoridades locales son las responsables.

“¿Por qué el presidente Alan García no ha venido ni una vez a Pisco Playa a ver cómo vivimos?”, pregunta Julia Camacho. “Que me den aunque sea unos módulos”, expresa, por su lado, Rosa Cabrera. “A mí me corresponde mi Bono 6000, señor, y nada nos han dado. ¿Hasta cuándo vamos a seguir en la calle?”.

Entre tanto, los comités de lucha por la reconstrucción han anunciado jornadas de protesta ante la lentitud de la ejecución de obras. Solo por mencionar un ejemplo, después de dos años todavía no se ha iniciado la construcción del hospital San Juan de Dios, cuya primera piedra ha sido colocada dos veces (en 2007 y en 2008).